Algunos
especialistas se deslizan a cifras propias de un Fórmula 1.
Las
velocidades más altas se alcanzan en el speed
skiing
o esquí de velocidad, creado para tal fin, ya que consiste en un
descenso totalmente recto en laderas con hasta un 120% de pendiente y
desniveles acumulados de hasta medio kilómetro. Los esquiadores
experimentan aceleraciones
de 0 a 100 km/h en 3,4 segundos, similares a las de un Fórmula
1,
y superan los 200 km/h.
De hecho, se considera el deporte no motorizado más rápido.
El
récord
del
mundo lo ostenta el italiano Simone Origone, que en 2015 registró
una velocidad de 252,632 km/h en
la pista de Vars, en los Alpes franceses. Origone, de 37 años, ya
era plusmarquista desde 2006, año en que superó por primera vez la
barrera de los 250 km/h (251,40 km/h). Uno de los esquiadores que
amenazan su trono es el británico afincado en España Jan Farrell,
de 33 años, campeón de la Copa del Mundo de Esquí de Velocidad en
2014; su mejor marca personal es de 231,66 km/h (2015).
Estos
deportistas poseen una gran preparación física y psicológica
(controlar el miedo es clave), y trabajan la posición aerodinámica.
Visten trajes de un compuesto especial, llevan esquíes de 2,40
metros sin puente, bastones en forma de zeta y un casco con una parte
interior fija y una exterior aerodinámica. También usan un
protector de espalda para deslizarse sobre él en caso de caída.
Foto:
El británico Jan Farrell, afincado en España, ha superado los 230
km/h deslizándose sobre la nieve, y trabaja para pasar de los 250.
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