Escritor,
poeta y dramaturgo de origen irlandés y
considerado uno
de los dramaturgos más destacados del Londres victoriano tardío,
fue una celebridad de la época debido a su ingenio mordaz, su vestir
extravagante y su brillante conversación. Hoy en día, es recordado
por sus epigramas, sus obras de teatro y la tragedia de su
encarcelamiento, seguida de su temprana muerte.
Se
movió en los círculos culturales y sociales de moda y como un
portavoz del esteticismo realizó varias actividades literarias.
Ofreció una serie de conferencias sobre su teoría acerca de la
filosofía estética, que defendía la idea del «arte por el arte»
y en la cual sentaba las bases de lo que posteriormente dio en
llamarse dandismo.
Sus
obras estaban dedicadas casi siempre a fustigar las hipocresías de
sus contemporáneos. De hecho, El
retrato de Dorian Gray
le reportó feroces críticas desde sectores puritanos y
conservadores debido a su tergiversación del tema de Fausto.
Su
popularidad como dramaturgo se acrecentó con obras como Salomé
(1891), escrita en francés, o La
importancia de llamarse Ernesto
(1895), obras de diálogos vivos y cargados de ironía. Su éxito,
sin embargo, se vio truncado cuando el marqués de Queenberry inició
una campaña de difamación en periódicos y revistas acusándolo de
homosexual. Wilde, por su parte, intentó defenderse con un proceso
difamatorio contra Queenberry, aunque sin éxito, pues las pruebas
presentadas por este último daban evidencia de hechos que podían
ser juzgados a la luz de la Criminal Amendement Act.
Oscar
Wilde fue condenado a dos años de prisión y trabajos forzados. Las
numerosas presiones y peticiones de clemencia efectuadas desde
sectores progresistas y desde varios de los más importantes círculos
literarios europeos no fueron escuchadas y el escritor se vio
obligado a cumplir por entero la pena. Enviado a Wandsworth y
Reading, donde redactó la posteriormente aclamada Balada de la
cárcel de Reading, la sentencia supuso la pérdida de todo
aquello que había conseguido durante sus años de gloria.
Recobrada
la libertad, cambió de nombre y apellido (adoptó los de Sebastian
Melmoth) y emigró a París, donde permaneció hasta su muerte. Sus
últimos años de vida se caracterizaron por la fragilidad económica,
sus quebrantos de salud, los problemas derivados de su afición a la
bebida y un acercamiento de última hora al catolicismo. Sólo
póstumamente sus obras volvieron a representarse y a editarse. En
1906, Richard Strauss puso música a su drama Salomé, y con
el paso de los años se tradujo a varias lenguas la práctica
totalidad de su producción literaria.