Recurrimos
a esta frase cuando hacemos o nos presentan unas cuentas exageradas,
que no hay forma de cuadrar y que están hechas arbitrariamente y con
poco rigor.
También
llamamos así a las cuentas
que carecen de los justificantes de gastos e ingresos.
Con
esta expresión se
alude al militar al servicio de los Reyes Católicos Gonzalo
Fernández de Córdoba (1453-1515),
que era conocido popularmente como el Gran Capitán por su excelencia
en el campo de batalla.
Entre
sus méritos destaca su participación en la conquista
de Granada
y en la expulsión de los franceses del reino de Nápoles, del que
llegó a ser virrey. Narra
la leyenda que el Gran Capitán presentó unas cuentas que
encolerizaron al rey Fernando el Católico.
Tras
morir la reina Isabel en 1504, su relación con el rey Fernando fue
deteriorándose poco a poco, sobre todo después de que este le
pidiera las cuentas de los gastos que ocasionó la campaña en el
reino de Nápoles.
Según
narran las crónicas, Don
Gonzalo, molesto por las maneras en que le habían sido exigidas,
respondió a la petición con una enumeración de gastos abultados,
redactada con fino humor e ironía, que enojó sobremanera al
monarca.
Y
no era para menos. En la siguiente versión apócrifa se
reflejan algunas de las partidas de descargo que figuraban en las
cuentas presentadas por el Gran Capitán
y que la tradición se encargaría de exagerar: “Cien millones de
ducados en picos, palas y azadones para enterrar a los muertos del
enemigo".
Ciento
cincuenta mil ducados en frailes, monjas y pobres, para
que rogasen a Dios por las almas de los soldados del rey caídos en
combate.
Cien mil ducados en guantes perfumados, para preservar a las tropas
del hedor de los cadáveres del enemigo.
Por
reponer y arreglar campanas, destruidas de tanto repicar a victoria,
ciento sesenta mil ducados. Cien
millones de ducados por mi paciencia en escuchar ayer que el rey
pedía cuentas
al que le ha regalado un reino”.
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