El
novelista francés del siglo XIX, considerado el padre y principal
representante del naturalismo, se entregó al arte fotográfico en
sus últimos años de vida.
Émile
Édouard Charles Antoine Zola, hijo
de un ingeniero veneciano y una francesa. La temprana muerte de su
padre sumió a la familia en graves problemas económicos y Émile
tuvo que dejar de estudiar. Mientras trabajaba como dependiente en la
librería Hachette, comenzó a escribir y a colaborar en las columnas
literarias de varios periódicos. Coetáneo y amigo de artistas como
Cézanne, Manet, Pissarro, Flaubert, Daudet, Maupassant y los
hermanos Goncourt, su obra
más ambiciosa fue el conjunto de 20 novelas
agrupado bajo el título Los
Rougon–Macquart
(1871-1893), con el que hizo triunfar el movimiento llamado
"naturalismo" –por su crudeza descriptiva
y objetividad documental– y al que pertenecen libros como El
vientre de París, Nana, Germinal, La
tierra o La bestia humana, algunos de los cuales
causaron en su momento notable escándalo.
Pero,
para escándalo, el del famoso
caso Dreyfus, en el que la implicación de Zola ha pasado a la
Historia como un ejemplo de compromiso social
y de defensa de los derechos humanos contra los prejuicios raciales y
la razón de Estado. El capitán del Ejército francés Alfred
Dreyfus, de origen judío alsaciano, fue injusta y arbitrariamente
acusado en 1894 de un supuesto espionaje en favor de Alemania;
condenado por el delito de alta traición a cadena perpetua, fue
desterrado al penal de la Isla del Diablo (Guayana francesa). Las
pruebas estaban completamente prefabricadas y mediatizadas por una
campaña de prensa en su contra de carácter netamente antisemita.
Las protestas auspiciadas por la familia, que estaba segura de su
inocencia, abrieron un encarnizado debate en la sociedad francesa
entre partidarios y detractores de Dreyfus, que pasó de los medios
intelectuales y periodísticos a la calle (hubo disturbios y varios
muertos). Y Zola, en
enero de 1898, publicó en la prensa una carta abierta al presidente
de la República, el famoso manifiesto Yo
acuso
(J'accuse...!)
en defensa del capitán, que le valió un proceso por difamación, el
exilio en Londres y muchas penalidades, pero que sirvió para que el
caso fuese revisado ese mismo año: primero se le conmutó la pena a
Dreyfus por diez años de trabajos forzados, luego fue indultado y
finalmente, en 1906 –Zola ya había muerto–, sería declarado
inocente y rehabilitado.
Mucho
menos conocida que la política y la literaria es la faceta íntima
del escritor... y su dedicación
a la fotografía
en la última etapa de su vida, que está
directamente ligada a dicha intimidad. Zola estaba casado con una
mujer algo mayor que él, Alexandrine Meley, con quien no había
tenido hijos. Pero en 1888, durante unas vacaciones de verano en
Royen, tuvieron lugar dos hechos trascendentales: sus amigos lo
iniciaron en el arte fotográfico, que se convirtió en su pasión,
en un modo de capturar detalles de esa realidad que tanto le
importaba como novelista; y se enamoró perdidamente de Jeanne
Rozerot, una costurera veintisiete años más joven que él que
acompañaba a su esposa. Fueron amantes hasta la muerte de Zola,
tuvieron dos hijos, Denise y Jacques, y el
escritor llevó una doble existencia con sus dos familias
(Alexandrine lo sabía y no quiso concederle el divorcio, aunque años
después tuvo un gesto de gran nobleza: tras la muerte de Jeanne,
adoptó a los hijos de su difunto marido para que fuesen herederos
legales de su padre). Y, en ese tiempo, hizo más de 7.000
fotografías: de diversos acontecimientos, personas, paisajes,
monumentos, viajes... y de su doble vida familiar.
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