Escritor
y periodista anarquista
sueco. Influido por los novelistas estadounidenses de los años
veinte, publicó las novelas La serpiente (1945) y El
muchacho quemado (1948). Reflejó la ansiedad y el temor
resultantes de la Segunda Guerra Mundial.
Publicó
en 1945 su primera novela, La serpiente, a la que siguieron La
isla de los condenados (1946), El muchacho quemado (1948)
y Bodas penosas (1949), además de la colección de relatos
breves Juegos nocturnos (1947). Escribió también para el
teatro el drama alegórico El condenado a muerte (1947), los
Dramas de Judas (1949) y la comedia El día del juicio
(1952).
Su
obra, llena de obsesiones y de símbolos, evidencia la influencia de
Kafka; ejemplo ilustrativo de su universo narrativo es la novela El
muchacho quemado (1948), cuyo protagonista es un muchacho de
veinte años llamado Bengt, lleno de sensibilidad y de complejos.
Durante los funerales de su madre, Bengt descubre que su padre tiene
relaciones con otra mujer, Gun, todavía joven y bella. Una
curiosidad irresistible le empuja a buscarla y conocerla; pero en su
negro rencor hacia la que él considera la primera responsable de su
vida gris y de la muerte precoz de su madre, se oculta también un
deseo inconsciente. En el ánimo de Bengt se mezclan, con este
sentimiento complejo, su angustia de náufrago, el desprecio hacia su
padre y la imposibilidad de tomar contacto con su novia Brit, que es
suave y pasiva. En el fondo, Gun es la única persona viva de todas
las que le rodean, la única que puede darle algún calor. La
conclusión, preparada por una estancia en el mar cargada de tensión,
es inevitable. Bengt se convierte en el amante de Gun, y en un
intento desesperado de huir de sí mismo, intenta suicidarse. Pero al
final no le queda más remedio que aceptar su propia situación y su
propio destino de muchacho ya quemado y, sin embargo,
irresistiblemente atraído por las llamas.
Abundante
en ecos del psicoanálisis
(la "presencia" de la madre muerta como elemento continuo
de comparación, la frigidez física y psíquica de la novia, la
amante-madre símbolo de vida), la novela refleja el ansia y la
inquietud típicas de la inmediata postguerra, que encontraron en el
autor (atormentado también por una serie de crisis, pues acabó
suicidándose a los 31 años) la expresión más fuerte y sugestiva
dentro de la literatura sueca. Como las restantes obras de Stig
Dagerman, El
muchacho quemado
acusa ciertos influjos extranjeros (William
Faulkner, Franz Kafka),
pero contiene también numerosos elementos típicamente nórdicos y
revela a un escritor de excepcional personalidad, con una profunda
intuición psicológica de los personajes, un hábil juego técnico y
un lenguaje cortado e intenso, completamente moderno.
Nuestra
necesidad de consuelo es insaciable es
un
ensayo sobre la angustia que nos hace pensar en un Cioran que
desconfiase de los truenos y las metáforas, o quizá en un Camus al
que le hubiesen desconectado la reverberación del micrófono. Además
de cómo un sereno adiós a la vida, estas páginas pueden entenderse
como una síntesis del pensamiento de su autor. En el corazón de la
obra de Dagerman palpita un negrísimo átomo de opresión. Su gran
tema es la imposibilidad del ser humano para ser feliz en las
sociedades modernas.
Dagerman
fue un raro ejemplar político: un anarquista antirromántico.
Demasiado inteligente para dejarse llevar por la propaganda, puso a
prueba los clichés del pensamiento de su época, o dicho con sus
palabras, cruzó «el bosque de convenciones que todo poeta debe
atravesar».
Era
la joven estrella de las letras escandinavas, o
al menos lo había sido: entre 1944 y 1949 escribió cuatro novelas,
cuatro obras de teatro, un libro de relatos, un reportaje sobre la
Alemania de posguerra y cientos de artículos, crónicas y poemas.
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