Hay
tres teorías diferentes, basadas en tres hechos históricos, que
explican por qué se le dio a París el sobrenombre de Ville Lumière.
No
cabe duda de que la capital de Francia es una de las ciudades más
bellas y espectaculares del mundo. Desde
el largo reinado de Luis XIV, el Rey Sol (1643-1715), hasta las
modernizaciones y ampliaciones llevadas a cabo por Haussmann y
Napoleón III entre 1852 y 1870, durante el Segundo Imperio, París
fue dejando atrás su carácter de villa medieval para convertirse en
una urbe al mismo tiempo moderna y grandiosa, cuyos puentes sobre el
Sena, edificios y monumentos admiraron y aún admiran a todos cuantos
la visitan. Fruto de esa admiración, ganó
el apelativo de Ville Lumière (Ciudad de la Luz), pero ¿cuándo
exactamente y por qué motivo?
La
primera teoría se remonta al siglo
XVII.
Como en el caso de las otras dos que circulan al respecto, no habrían
sido los parisinos sino los forasteros -franceses de provincias de
paso por la capital y visitantes extranjeros- quienes, maravillados
por la visión del primer
alumbrado público del mundo,
difundieron la idea de una ciudad siempre iluminada. Pero estas luces
no se debían a una opción estética sino a algo más prosaico: al
parecer, el prefecto de la Policía de París nombrado por Luis XIV,
Gilbert
Nicolas de la Reynie,
ante la alta tasa de criminalidad callejera, ordenó
en 1667 colocar lámparas de aceite y antorchas en puertas y ventanas
para disuadir a los malhechores.
Otra
explicación, mucho más literaria, atribuye la famosa denominación
al fenómeno
acaecido en Francia en el siglo XVIII que conocemos como Ilustración.
Como es sabido, en el período que va del
reinado de Luis
XV
a la Revolución de 1789 París se convirtió en la capital mundial
de la filosofía,
el pensamiento político y la cultura merced a figuras del renombre
de Voltaire, Diderot, Rousseau,
Montesquieu,
etc., dando lugar a comparaciones con la Atenas de Pericles o la
Italia renacentista. Así,
se dio en llamar a dicha centuria el Siglo de las Luces
-por contraste con el oscurantismo absolutista anterior- y, según
algunos, a París la Ciudad de la Luz por protagonizarla.
La
tercera y última versión
sitúa la aparición del calificativo algo más tarde, en la primera
mitad del siglo XIX, y le da un sentido literal como la primera, y no
metafórico como la segunda. En este caso, se
debería a la implantación en todo París, en la década de 1830,
del alumbrado de gas
(desarrollado entre otros por el ingeniero y químico francés
Philippe Lebon). Gracias a esta innovación, la magnífica
iluminación de las calles y los pasajes comerciales parisinos habría
fascinado a los europeos de la época, y en particular a los
ingleses, que no dudaron en bautizar a la urbe como City
of Lights.
En definitiva, tenga quien tenga la razón, las tres teorías son
acertadas.
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