Compositor
y pianista polaco.
Si el piano es el instrumento romántico por excelencia se debe en
gran parte a la aportación de Frédéric Chopin: en el extremo
opuesto del pianismo orquestal de su contemporáneo Liszt
(representante de la faceta más extrovertida y apasionada, casi
exhibicionista, del Romanticismo), el compositor polaco exploró un
estilo intrínsecamente poético, de un lirismo tan refinado como
sutil, que aún no ha sido igualado.
Ciertamente
son pocos los músicos que, a través de la exploración de los
recursos tímbricos y dinámicos del piano, han hecho «cantar» al
instrumento con la maestría con qué él lo hizo. Y es que el canto
constituía precisamente la base, la esencia, de su estilo como
intérprete y como compositor.
Hay
que añadir la propia personalidad del músico, que si bien en una
primera etapa cultivó las formas clásicas (Sonata
núm. 1,
los dos conciertos para piano), a partir de mediados de la década de
1830 prefirió otras formas más libres y simples, como los
impromptus, preludios, fantasías, scherzi y danzas.
Sus
obras no
buscan tanto la brillantez en sí misma como la expresión de un
ideal secreto; música de salón que sobrepasa los criterios
estéticos de un momento histórico determinado. Sus poéticos
nocturnos constituyen una excelente prueba de ello: de exquisito
refinamiento expresivo, tienen una calidad lírica difícilmente
explicable con palabras.
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