Filósofo
y teólogo francés,
ganador del Premio Nobel de Literatura
en 1927. En su filosofía destaca su enfoque vitalista y
espiritualista, siendo el núcleo de su filosofía el concepto de
"duración" tanto del hombre como de la toda la realidad.
Entre sus obras más conocidas están
La risa,
sobre la significación de lo cómico, y La
energía espiritual de 1919.
Llamado
“el
filósofo de la intuición”,
Bergson buscó la solución a los problemas metafísicos en el
análisis de los fenómenos de la conciencia. En el terreno
filosófico, reactualizó la tradición del espiritualismo francés y
encarnó la reacción contra el positivismo y el intelectualismo de
finales de siglo.
En
un primer momento Bergson quiso perfeccionar las teorías de Herbert
Spencer, pero al pretender semejante tarea se topó con lo que se
convertiría en el problema central de su pensamiento: la cuestión
del tiempo. El tiempo real, vivido, no puede entrar en las fórmulas
de las ciencias, porque éstas se interesan solamente en lo que es
susceptible de medida. Esto indujo a Bergson a modificar su programa
y a entregarse al estudio de todos aquellos modos de ser que escapan
a la medida y a la ciencia, y que exigen un modo de conocimiento
distinto. Se separaba así del positivismo para adentrarse en la
"filosofía de la intuición". Dejaba también el camino de
la explicación por medio de las matemáticas para intentarlo a
través de las ciencias biológicas, psicológicas y sociológicas,
manteniendo el mismo respeto hacia la experiencia. Siempre con base
en este "respeto por la experiencia", Bergson se propone
una descripción de los estados de conciencia aprehendidos
directamente mediante la introspección, y contra la psicología
experimental positivista, que pretende poner en relación los datos
internos de la conciencia con los hechos físicos externos.
Ahora
bien, los hechos psíquicos se viven en una dimensión distinta a los
hechos físicos. Por ejemplo, el tiempo vivido por la conciencia es
una duración real en la que el estado psíquico presente conserva el
proceso del cual proviene y es a la vez algo nuevo. Todos los estados
de la conciencia se compenetran y dan vida a una amalgama en continua
evolución. Además, la ciencia (y el sentido común) choca contra
dualismos irresolubles: materia-espíritu, extensión-pensamiento,
necesidad-libertad.
Este
problema lo afronta en su libro Materia
y memoria. La memoria pura y
espiritual es la que caracteriza la vida profunda de la psiquis. Lo
que limita nuestra conciencia total es el cuerpo, y más
concretamente el cerebro, imponiendo el olvido de algunos conceptos.
El cerebro es un órgano de traducción y de unión: por un lado
traduce la actividad de la conciencia en movimientos, y por otro
vincula la conciencia a la realidad exterior. El cuerpo tiene como
función esencial "limitar, con vistas a la acción, la vida del
espíritu", pero el espíritu antecede y trasciende al cuerpo,
lo empuja más allá del presente y del pasado hacia el futuro; lo
reabsorbe en el interior de su propia duración. La materia, por lo
tanto, se explica mediante unas ciertas vibraciones equivalentes
entre sí. Cuanto más se desciende en el interior de nuestro
espíritu, tanto más aumenta la tensión y disminuye la homogeneidad
de los movimientos.
En
su escrito Introduction a la
métaphysique desarrolla ampliamente
este concepto, diferenciando las duraciones más distendidas y
uniformes (propias de la materialidad, de las cuales se ocupan los
procedimientos de las ciencias), y las más intensamente
cualitativas, que tienden al límite de una concentración total, la
"eternidad de vida", (propias del objeto de la metafísica).
La metafísica penetra en el fondo, invirtiendo la dirección natural
del pensamiento con un acto de conocimiento interior que Bergson
llama intuición.
La intuición es esa simpatía mediante la cual uno se inserta en la
interioridad de un objeto para coincidir con lo
que éste tiene de único. Con la
intuición, Bergson encuentra un método cognoscitivo contrapuesto al
método científico y adaptado al objeto que la ciencia , por su
propia naturaleza, deja fuera.
Sobre
estas bases, Bergson afronta el tema de la evolución en su libro
L´évolution créatrice
que, como nos muestra la experiencia, afecta también al universo.
Comienza rechazando el modelo de Spencer (determinismo)
así como el evolucionismo finalista, ya que ambos niegan la
espontaneidad y la novedad del proceso real. La evolución de la
realidad es "ímpetu vital" (élan
vital), acción que continuamente se crea y se enriquece. La vida
natural crece como un haz de estrellas, como un fuego de artificio
que se bifurca al estallar en varias direcciones.
La
primera bifurcación del ímpetu vital da lugar a la distinción
entre el animal y la planta. La planta detiene muy pronto su propia
evolución; el animal, sin embargo, se proyecta más allá, gracias
al movimiento y al instinto, en varias direcciones, algunas de las
cuales resultan fecundas, y otras no. El instinto produce sus propios
instrumentos orgánicos, pero en ellos mismos establece su límite.
La inteligencia humana, sin embargo, es capaz de construir sus
propios instrumentos inorgánicos, como para colmar una insuficiencia
del instinto natural.
La
inteligencia coloca al hombre en el camino de la conciencia y del
concepto, de modo que pueda responder mejor a sus necesidades
vitales. Por ello construye "formas vacías", categorías y
esquemas (y sobre todo el lenguaje, al que no llega el animal). La
más alta expresión de la abstracción se halla en la ciencia, cuyo
instrumento es el intelecto, y cuyo procedimiento característico es
el análisis. Pero el intelecto no es el único medio de expresión
de la inteligencia. Ésta se expresa también en el instinto
acompañado de la conciencia. Esa vuelta al instinto desinteresada y
consciente de sí, es lo que Bergson llama "intuición". La
intuición se convierte en el órgano de un real conocimiento
participativo que se expresa en el arte, si va dirigido a lo
individual, y en la metafísica, si se refiere a la totalidad de la
vida en su ímpetu vital.
El
principal aporte de Bergson al arte lo constituye la doctrina de la
intuición, pues gracias a ella el hombre es capaz de plasmar en
imágenes, no menos que en pensamientos, la esencia profunda,
indivisible y, como tal, inefable, de la realidad. El artista, como
el filósofo, se expresa no tanto mediante el lenguaje, cuanto a
pesar del lenguaje.
Enlazando
con el "ímpetu vital" que ha llevado al mundo a su
evolución, Bergson constata que la naturaleza ha orientado al hombre
hacia la evolución social, lo mismo que a las hormigas o a las
abejas. Pero los logros del hombre no están predeterminados como los
de aquéllas, sino que dependen de su inteligencia y de su voluntad.
Lo que más acerca al hombre al impulso creador, es precisamente la
moral y la religión. Pero hay que distinguir una doble moral: la
cerrada,
que es una moral de hábitos, que la comunidad inculca en sus
miembros para su autosupervivencia, y que rige solamente para los
miembros de esa comunidad, y una moral abierta,
incluso de amor, que no conoce límites, que se extiende a todos los
hombres, e incluso a todo lo creado.
Las
dos fuentes de la moral y de la religión son, pues, la presión
social y el impulso
del amor. La diferencia entre ellas
no es gradual, sino cualitativa. En la práctica, sin embargo, ambas
van juntas: la primera presta a la segunda algo de su carácter
obligatorio, y la segunda, algo de su impulso. A la sociedad cerrada
corresponde una religión de mitos que trata de frenar los excesos de
los hombres. Es propia de las sociedades antiguas, estáticas,
supersticiosas y violentas.
Con
la llegada de la ciencia y de la industrialización, preparadas por
la gran revolución espiritual del cristianismo, se posibilita para
el hombre una sociedad abierta, dinámica, democrática y no
violenta. No ignora Bergson los efectos negativos acarreados por el
progreso tecnológico, pero ello se debe a que el hombre ha
sustituido al gozo creador por la búsqueda del placer. La técnica
debería ser un instrumento de liberación para todos, en lugar de
ser una continua fuente de guerras e incluso un peligro de
autodestrucción.
Bergson
opone a este sombrío panorama un nuevo salto evolutivo de la
especie, en un nuevo misticismo que, propulsado por la fuerza del la
intuición y de la técnica se traduzca en amor "universal y
activo". La mística, dice Bergson, llama a la mecánica, y la
mecánica a la mística, es decir, la mecánica reclama un
"suplemento del alma" capaz de domeñar las fuerzas
excepcionales desencadenadas por la inteligencia del hombre. Sólo de
esta forma podrá desarrollarse "la función social del
universo, que es una máquina para hacer dioses".
La
enseñanza de Bergson fue continuada en el Collège de France por E.
Le Roy, quien acentuó la interpretación utilitarista de la ciencia,
y difundió las ideas de Bergson en el ámbito de la reforma
religiosa del modernismo. Su influencia se extendió también al
campo de las artes y de las letras. No se puede hablar de escuela
bergsoniana, pero sí del fenómeno cultural del "bergsonismo".
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