EN
UNO DE SUS VIAJES A OCCIDENTE, EL EMPERADOR RUSO PEDRO I SE
ENCAPRICHÓ DE UNA INTERESANTE COLECCIÓN NATURALISTA.
En
torno a 1700, el zar Pedro I el Grande, durante uno de sus viajes a
Europa occidental, visitó
la escuela de medicina holandesa de Leideny
la casa del naturalista y embalsamador Frederick Ruysch.
En
la casa del doctor holandés, el
monarca ruso exploró las distintas salasy,
cuando descubrió la colección de especímenes de Ruysch –formada
por unos mil trescientos fósiles, rocas,
plantas, embriones, fetos humanos y animales, en perfecto estado de
conservación–,
el Zar decidió
comprársela y ordenó el traslado de la colección a Rusia a
bordo de un barco. Por desgracia, cuando el buque arribó a San
Petersburgo, la
colección estaba prácticamente perdida: los marineros se habían
bebido el brandy en
que estaban preservadas muchas de las piezas de la colección del zar.
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