El
carnaval es, muy posiblemente, la fiesta pagana que más personas
celebran y disfrutan en todo el planeta. Son días de baile,
disfraces y mucha diversión.
El hecho de
disfrazarse, pintarse la cara y festejarlo es un acto que se
remonta a la antigüedad y existen algunas evidencias de que el
pueblo sumerio ya realizaba este tipo de festejos hace 5.000 años.
Tal
y como lo conocemos hoy en día, el carnaval es una
continuidad de los antiguos Saturnales,
las festividades romanas que se celebraban en honor al Dios Saturno.
A
raíz de la expansión del cristianismo fue cuando más auge tomó y
la fiesta adquirió el nombre de carnaval, teniendo como motivo
principal el hecho de despedirse de comer carne y de llevar una vida
licenciosa durante el tiempo de cuaresma.
(La etimología y origen de la palabra carnaval nos indica que
proviene del término italiano ‘carnevale’
y éste a su vez del latín ‘carnem
levare’ cuyo
significado es carnem (carne) y levare (quitar): quitar
la carne).
Eran
tres días de celebración a lo grande, en lo que casi todo estaba
permitido; de ahí uno de los motivos de ir disfrazado, taparse el
rostro y salvaguardar el anonimato. Hoy en día, esta celebración se
ha alargado una semana, comenzando en la mayoría de lugares
el Jueves Lardero.
Esta
despedida a la carne se realizaba los días previos al Miércoles de Ceniza,
fecha en la que se daba comienzo a la cuaresma; un periodo de
cuarenta días (hasta el Domingo de Resurrección) que se destinaba a
la abstinencia, recogimiento y el ayuno, acompañado de oraciones,
penitencia y espiritualidad religiosa.
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