La actitud ante la vida de los
sabios-filósofos griegos fue muy distinta según de quien estemos
hablando. Algunos como Sócrates nunca aceptaban dinero por enseñar,
mientras que su discípulo Aristipo se enriqueció
haciéndolo. Platón defendía que el alma del hombre perduraba más allá
de la muerte, sin embargo para Epicuro no. Aristóteles sostenía que el
sabio debía casarse para formar una familia, aunque Platón o el cínico
Diógenes decían que las mujeres, así como los hijos que tenían, debían
ser comunes. Los hedonistas creían que la felicidad se basaba en el
placer, mientras que los cínicos despreciaban las comodidades. Los
sofistas y Sócrates invitaban a intervenir en la política, al contrario
que Epicuro que predicaba una vida retirada y anónima.
El sabio
Demócrito de Abdera, por su actitud ante la vida, consideraba que la
risa hacía más sabio a quien la practicaba y para ser consecuente con su
pensamiento, siempre estaba riendo, hasta el punto que sus
conciudadanos, preocupados por su salud mental debido a que se reía
constantemente, hicieron llamar al médico más importante de su tiempo,
Hipócrates, con el fin de que le examinara y le curase de sus delirios.
Cuando lo tuvo delante, y tras examinarlo detenidamente, afirmó: Demócrito ni delira ni está loco, sino que es el hombre más sensato de nuestro tiempo.