Se
llamó así a las emisoras que, haciendo creer que pertenecían al
bando contrario, transmitían propaganda y mentiras para desmoralizar
al enemigo.
Durante
la Segunda Guerra Mundial, la radio jugó un papel muy importante
como medio para infundir moral a las tropas y henchir de patriotismo
y espíritu de sacrificio a la población civil; ya en la Guerra
del 14 se
había descubierto y utilizado esta capacidad persuasiva de las
ondas, aunque las limitaciones técnicas de entonces no permitieron
llegar muy lejos en dicho uso. Pero en la segunda gran conflagración
no solo las emisoras oficiales tuvieron una enorme difusión: tanto
los aliados como las Potencias del Eje, y muy en particular alemanes
y británicos, crearon una programación especial destinada al
enemigo y transmitida desde las llamadas "radios
negras", unas emisoras falsas y clandestinas que operaban desde
el bando propio pero camufladas como fuentes del bando contrario.
Y en esta "guerra radiofónica" iban a tener un destacado
rol dos ingleses de diversa procedencia y divergentes posiciones
ideológicas.
No
obstante, la emisora negra pionera fue Radio Humanité, montada por
los nazis
a principios de 1940 y que transmitía en francés. Ubicada realmente
en Prusia Oriental, se hacía pasar por una estación localizada en
Francia y operada por miembros del PCF, el Partido Comunista francés
(de ahí su nombre, un guiño a L'Humanité,
el periódico oficial del comunismo). Sus mensajes eran derrotistas
y contrarios a la política del gobierno conservador galo,
y en ellos se instaba a los trabajadores a no involucrarse en una
"guerra del capitalismo imperialista" (recordemos que, pese
a la declaración bélica de Francia contra Alemania, hasta mayo de
ese año no se produciría la invasión del país por las tropas de
la Wehrmacht). El éxito de Radio Humanité llevó a los alemanes a
crear un organismo específico de desinformación radiofónica
destinado a los angloparlantes, con el nombre en clave de Buró
Concordia y dirigido por Erich Hetzler.
El
Buró puso en marcha cuatro radios negras: Christian Peace Movement
Station, que decía representar a un inexistente movimiento pacifista
británico de inspiración cristiana cuyo objetivo era la paz entre
las naciones y que los ciudadanos se negaran a empuñar las armas;
Workers Challenge Station, que en un lenguaje propio de la clase
obrera del Reino Unido apelaba a la revolución contra el sistema
capitalista; Radio Caledonia, que se encargaba de incitar a los
escoceses a la rebeldía contra los ingleses, y la más importante de
todas, New British Broadcasting Service (NBBS), dirigida al público
general y que imitaba los modos de la BBC. Uno de los más notorios
propagandistas de esta última sería William Brooke Joyce,
angloirlandés nacido en Nueva York y afiliado a la Unión de
Fascistas Británicos desde 1932, que en 1939 había huido a Berlín
antes de ser detenido por su activismo prohitleriano y se había
nacionalizado alemán.
El
peculiar deje de las locuciones de Joyce, una mezcla de acento de
clase alta y nasal pronunciación irlandesa, le valió el sarcástico
apodo de "Lord Haw-Haw".
Tras
la guerra fue ahorcado por alta traición, sin abjurar jamás de su
credo fascista.
En
el bando aliado, fue asimismo un británico, en este caso nacido y
criado en Berlín y de padres australianos, el principal muñidor de
las radios negras.
El
periodista Sefton Delmer había sido corresponsal del Daily
Express
en Berlín y allí, gracias a su impecable alemán y a su amistosa
relación con Ernst Röhm, líder de las SA, había conseguido que
Hitler le concediera una entrevista.
Todo
ello, unido a su prestigio entre los nazis, lo convirtió en
el candidato ideal para organizar y dirigir dos estaciones falsas
que resultarían sumamente eficaces: Gustav Siegfried Eins (también
llamada Gustav Siegfried One o GS1), supuestamente operada por
fervientes nazis alemanes que, entre insultos a Churchill,
los judíos y los comunistas, deslizaban en la opinión pública
alemana toda clase de embustes, y Soldatensender Calais, que incluía
contenido diseñado para desmoralizar a la Wehrmacht y en el que se
mezclaban hábilmente noticias reales y falsas.
Delmer
montaría otras varias emisoras negras a lo largo de la guerra, y en
1962 relataría sus apasionantes peripecias en el libro
autobiográfico Black
Boomerang.
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