En
un mundo literario monopolizado por hombres, esconderse tras un alias
de varón ha sido hasta hace no mucho un requisito casi
imprescindible si eras mujer y querías llegar al público. Te
contamos algunos casos célebres.
George
Eliot = Mary Anne Evans
Una
de las figuras clave en la Inglaterra del siglo XIX, Mary
Anne Evans (1819-1880), adoptó el seudónimo masculino de George
Eliot
por razones similares a las de muchas contemporáneas: ser tomada en
serio como escritora.
De su obra Middlemarch.
Un estudio de la vida en provincias (1872)
se ha llegado a decir que es la novela más importante de la
literatura inglesa.
Eliot
desarrolló también una prolífica actividad en el mundo intelectual
de su época, como editora de la revista Westminster
Review,
y se rebeló contra la moral establecida: durante veinticuatro años,
vivió
con el filósofo y crítico George Henry Lewes, que estaba casado.
El escándalo social pudo haber influido en la decisión de ocultar
su verdadero nombre.
Robert
Galbraith = J. K. Rowling
Pues
sí, la escritora más famosa y rica de nuestros días también usa
un seudónimo masculino. Robert Galbraith es el nombre con que
publica los libros protagonizados por el detective Cormoran Strike,
que se inauguró con El
canto del cuco
(2013) y al que han seguido otros dos títulos, El
gusano de seda
(2014) y El
oficio del mal
(2015).
Lo
decidió así para iniciar una serie sin sentir el peso del éxito
mundial de Harry
Potter,
aunque su verdadera identidad no tardó en filtrarse. Por cierto, la
firma con las iniciales J. K. y no con su nombre, Joanne, fue otra
manera de esconder su sexo por indicación de su editor, quien creyó
que una novela de magia no tendría éxito si el autor era una mujer.
Isak
Dinesen = Karen Blixen
Siempre
será recordada como la autora de Memorias
de África
(1937), pero la
danesa Karen Blixen (1885-1962) ya había revolucionado la vida
literaria tres años antes con la publicación en Estados Unidos de
su primer libro: Siete
cuentos góticos.
En contra de la opinión de su editor, insistió en firmarlo como
Isak Dinesen.
Isak
era el nombre del personaje bíblico, y Dinesen, su apellido de
soltera. Blixen también publicó bajo los seudónimos de Pierre
Andrézel y Peter Lawless obras que consideraba menores. Esta
abundancia de alias no significaba que huyera de la fama: una vez fue
reconocida como escritora, disfrutó de ella al máximo.
De
todos modos, continuó usando el nom
de plume
Isak Dinesen para sus narraciones, que escribía primero en danés y
luego en inglés.
Fernán
Caballero = Cecilia Böhl de Faber
De
no ser por su biografía tan agitada, Cecilia
Böhl de Faber (1796-1877) no habría considerado sacar a la luz las
obras que había escrito durante toda su vida.
Tras
enviudar de un militar y un marqués, en 1849 publicó por entregas
La
gaviota
para contribuir a la economía familiar, ya que su tercer marido, el
pintor Antonio Arrom de Ayala, no podía trabajar debido a la
tuberculosis.
El
alias llegó como un modo de asegurarse la difusión, y también como
precaución para protegerse de su padre, que consideraba a las
mujeres inútiles para el trabajo intelectual. La
gaviota fue
el principio de una fructífera carrera, considerada la puerta de
entrada de la novela española en el realismo decimonónico.
George
Sand = Amandine Aurore Lucile Dupin
amosa
por su relación con Chopin,
Amandine Aurore Lucile Dupin, baronesa de Dudevant (1804-1876), tuvo
una vida muy intensa. El sobrenombre lo tomó después de publicar la
novela Rosa
y blanco
(1831), escrita a medias con su entonces amante Jules Sandeau. La
firma escogida, J. Sand, evolucionaría a George Sand.
Su
carrera literaria abarcó sesenta novelas, treinta obras de teatro y
cincuenta cuentos,
además de una abundante correspondencia con Flaubert, Balzac,
Chateaubriand, Mérimée o Alfred de Musset, estos dos últimos
también parejas suyas.
Su
afición a vestir con pantalones y a fumar puros terminaron de
crearle un aura de escándalo que a ella nunca pareció importarle.
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