El
médico
que descubrió
la vacuna contra la fiebre amarilla y
que supuso una
enorme contribución en la lucha contra esta
terrible enfermedad. Se le concedió
el premio
Nobel
de Fisiología y Medicina
en 1951.
Max
Theiler descubrió en 1927 junto a sus colaboradores que la causa de
la fiebre amarilla no era una bacteria sino un virus filtrable.
También demostró que la enfermedad se podía transmitir a los
ratones, lo que permitió sustituir a los monos que se habían
empleado hasta el momento por este otro animal de experimentación.
Unos años más tarde, Theiler y sus colaboradores desarrollaron una
vacuna segura y estándar frente a la fiebre amarilla, la vacuna 17
D, que además tenía la ventaja de poder producirse de manera
masiva. Tambíen trabajó en dengue, encefalitis japonesa,
poliomielitis y encefalomielitis.
Después
de pasar el virus de la fiebre amarilla a través de los ratones de
laboratorio, Theiler encontró que el virus debilitado confiere
inmunidad en monos Rhesus. El escenario estaba listo para lo que
Theiler para desarrollar una vacuna contra la enfermedad. Sin
embargo, no fue sino hasta 1937, después de la cepa particularmente
virulenta Asibi de África occidental había pasado por más de un
centenar de subculturas, que Theiler y su colega Hugh Smith anunció
el desarrollo de la vacuna 17-D. Entre 1940 y 1947 la Fundación
Rockefeller produjo más de 28 millones de dosis de la vacuna contra
la fiebre amarilla y finalmente terminó como una de las principales
enfermedades. Para este trabajo Theiler recibió el Premio Nobel 1951
de Fisiología o Medicina.
Theiler
recibió la Real Sociedad de Medicina Tropical y la Medalla de
Chalmers de Higiene en 1939, Medalla de adulación de la Universidad
de Harvard en 1945, y el Premio American Public Health Association
Lasker en 1949.
.
La
fiebre amarilla
Una
vez contraído el virus y pasado el periodo de incubación de 3 a 6
días, la infección puede cursar en una o dos fases. La primera,
aguda, suele causar fiebre, mialgias con dolor de espalda intenso,
cefaleas, escalofríos, pérdida de apetito y náuseas o vómitos.
Posteriormente, la mayoría de los pacientes mejoran y los síntomas
desaparecen en 3 o 4 días.
Sin
embargo, el 15% de los pacientes entran a las 24 horas de la remisión
inicial en una segunda fase, más tóxica. Vuelve la fiebre elevada y
se ven afectados diferentes sistemas orgánicos. El paciente se
vuelve ictérico rápidamente y se queja de dolor abdominal con
vómitos. Puede haber hemorragias orales, nasales, oculares o
gástricas, con sangre en los vómitos o las heces. La función renal
se deteriora. La mitad de los pacientes que entran en la fase tóxica
mueren en un plazo de 10 a 14 días, y los demás se recuperan sin
lesiones orgánicas importantes.
El
diagnóstico de la fiebre amarilla es difícil, sobre todo en las
fases tempranas. Puede confundirse con el paludismo grave, el dengue
hemorrágico, la leptospirosis, la hepatitis viral (especialmente las
formas fulminantes de hepatitis B y D), otras fiebres hemorrágicas
(la fiebre hemorrágica boliviana, argentina y venezolana y otros
flavivirus como el virus del Oeste del Nilo, el virus Zika etc.) y
otras enfermedades. Los análisis de sangre permiten detectar
anticuerpos específicos frente al virus. También se utilizan otras
técnicas para identificar el virus en las muestras de sangre o en el
tejido hepático obtenido en la autopsia. Estas pruebas requieren
personal de laboratorio con gran capacitación, y materiales y
equipos especializados.
Poblaciones en riesgo
Hay
44 países endémicos en África y América Latina con un total de
900 millones de habitantes en riesgo. En África hay 31 países en
riesgo, con una población estimada de 508 millones de habitantes. El
resto de la población en riesgo se encuentra en 13 países
latinoamericanos, entre los que destacan por su mayor riesgo Bolivia,
Brasil, Colombia, Ecuador y Perú.
Según
las estimaciones de la OMS de principios de los años noventa, cada
año habría en el mundo 200 000 casos de fiebre amarilla, 30 000 de
ellos mortales, y el 90% de ellos se producirían en África. En un
análisis reciente de fuentes africanas de datos que deberán
publicarse este año, las estimaciones fueron similares, pero con una
carga ligeramente menor de 84 000 a 170 000 casos graves y 29 000 a
60 000 muertes en África para el año 2013. Sin vacunación, dicha
carga sería mucho mayor.
En
países libres de fiebre amarilla se produce un pequeño número de
casos importados. Aunque nunca se han notificado casos en Asia, la
región es una zona de riesgo porque existen las condiciones
necesarias para la transmisión. En los últimos siglos (XVII a XIX),
se registraron brotes de fiebre amarilla en América del Norte (Nueva
York, Filadelfia, Charleston, Nueva Orleans, etc) y Europa (Irlanda,
Inglaterra, Francia, Italia, España y Portugal)
.
Transmisión
El
virus de la fiebre amarilla es un arbovirus del género Flavivirus
y su vector principal son los mosquitos, que transmiten el virus de
un huésped a otro, principalmente entre los monos, pero también del
mono al hombre y de una persona a otra.
Hay
varias especies diferentes de mosquitos Aedes y Haemogogus que
transmiten el virus. Los mosquitos se crían cerca de las casas
(domésticos), en el bosque (salvajes) o en ambos hábitats.
Tratamiento
No
hay tratamiento específico para la fiebre amarilla. Solo se pueden
instaurar medidas de sostén para combatir la fiebre y la
deshidratación. Las infecciones bacterianas asociadas pueden
tratarse con antibióticos. Las medidas de sostén pueden mejorar el
desenlace de los casos graves, pero raramente están disponibles en
las zonas más pobres.
Prevención
La
vacunación es la medida más importante para prevenir la fiebre
amarilla. Para prevenir las epidemias en zonas de alto riesgo con
baja cobertura vacunal es fundamental que los brotes se identifiquen
y controlen rápidamente mediante la inmunización. Para prevenir los
brotes en las regiones afectadas, la cobertura vacunal debe ser como
mínimo de un 60% a 80% de la población en riesgo. En África, son
pocos los países endémicos que tienen en la actualidad este nivel
de cobertura.
La
vacunación preventiva puede realizarse mediante la inmunización
sistemática en la infancia o campañas masivas únicas con el fin de
aumentar la cobertura vacunal en los países en riesgo, y también
mediante la vacunación de quienes viajen a zonas donde la enfermedad
es endémica. La OMS recomienda vivamente la vacunación sistemática
de los niños en las zonas de riesgo.
La
vacuna contra la fiebre amarilla es segura y asequible, y proporciona
una inmunidad efectiva contra la enfermedad al 80-100% de los
vacunados al cabo de 10 días, y una inmunidad del 99% al cabo de 30
días. Una sola dosis es suficiente para conferir inmunidad y
protección de por vida, sin necesidad de dosis de recuerdo. Los
efectos colaterales graves son extremadamente raros, y se han
descrito en viajeros vacunados y en algunas zonas endémicas (por
ejemplo, en Australia, Brasil, Estados Unidos de América, Perú y
Togo). Los científicos están investigando por qué ocurre esto.
Con
respecto al uso de la vacuna en mayores de 60 años, cabe señalar
que el riesgo de enfermedad viscerotrópica asociada a la vacuna es
mayor en este grupo de edad que en personas más jóvenes, aunque
sigue siendo bajo. En los mayores de 60 años no vacunados con
anterioridad y en los que esté recomendada la vacunación, esta solo
debe realizarse después de una cuidadosa evaluación de los riesgos
y los beneficios en la que se compare el riesgo de contraer la
enfermedad con el riesgo de acontecimientos adversos graves tras la
inmunización.
El
riesgo de muerte por fiebre amarilla es muy superior a los riesgos
relacionados con la vacunación. Las personas que no deben vacunarse
son:
-
los menores de 9 meses (o los niños de 6-9 meses durante las epidemias, situación en la que el riesgo de enfermedad es mayor que el de efectos adversos de la vacuna);
-
las embarazadas, excepto durante los brotes de fiebre amarilla, cuando el riesgo de infección es alto;
-
las personas con alergia grave a las proteínas del huevo, y
-
las personas con trastornos del timo o inmunodeficiencias graves debidas a infección sintomática por VIH/SIDA u otras causas.
Los
viajeros, en particular de África o América Latina con destino a
Asia, deben tener un certificado de vacunación contra la fiebre
amarilla. El Reglamento Sanitario Internacional estipula que los
motivos médicos para no administrar la vacuna deben ser certificados
por las autoridades competentes.
Respuesta de la OMS
La
OMS desempeña las funciones de Secretaría del Grupo internacional
de coordinación del suministro de vacunas para el control de la
fiebre amarilla, que mantiene una reserva de emergencia de dichas
vacunas para garantizar una respuesta rápida a los brotes en los
países de alto riesgo.
La
Iniciativa contra la Fiebre Amarilla, dirigida por la OMS y apoyada
por el UNICEF y los gobiernos nacionales, es una estrategia de
vacunación preventiva centrada especialmente en los países
africanos más endémicos, donde la enfermedad es especialmente
importante. La Iniciativa recomienda que se incluya la fiebre
amarilla en los programas de vacunación infantil sistemática (a
partir de los 9 meses), que en las zonas de alto riesgo se lleven a
cabo campañas de vacunación en masa de todos los grupos de edad
superior a 9 meses, y que se mantenga la capacidad de vigilancia y de
respuesta a los brotes.
Entre
2007 y 2012 se han completado campañas de vacunación preventiva
contra la fiebre amarilla en 12 países: Benin, Burkina Faso,
Camerún, Côte d’Ivoire, Ghana, Guinea, Liberia, Malí, República
Centroafricana, Senegal, Sierra Leona y Togo. La Iniciativa contra la
Fiebre Amarilla cuenta con el apoyo financiero de la Alianza GAVI, la
Oficina de Ayuda Humanitaria de la Comisión Europea, los ministerios
de salud y los asociados nacionales.
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