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Dueño de un andalucismo que no cabía en los despachos, el granadino
cantó a una Andalucía de hombres y mujeres libres.
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"Periodista con guitarra", con él se perdió un crítico
insobornable: "Yo siempre combato a favor de la vida".
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Repasamos su obra, rica en matices y sensible al dolor y a la
belleza: desde el Manifiesto Canción del Sur a María la Portuguesa.
Se
podría escribir este texto con frases de Carlos Cano que explican
esta tierra. "Andalucía
necesita una pasada, no por la izquierda sino por la malafollá",
le dijo a Jesús Quintero en su
última entrevista. Decía Diego de los Santos, que bien lo
conoció, que aportaba lo que aquí se desprecia: el dolor. El
granadino era dueño de un andalucismo propio, doliente, de calle y
campo, andalusí y jornalero, refractario a consignas y despachos.
Toda su obra rezuma amor por los hombres y mujeres de Andalucía: por
los que fueron, por los que se fueron, por los que se quedaron.
Cuenta
el periodista Juan José Téllez en el documental El
Mapa de Carlos
que
a Carlos Cano le llamaban en Granada el
que canta bajito, y
que fue por Lluís Llach que venció a la timidez e hizo oír su voz.
Tanto que diecisiete años después de su muerte, todavía se
escucha.
"Antes de nada fue poeta": 'Eso lo digo yo'
Campos
de Andalucía/decidme dónde está Alberti,/decidme si por el
día/galopa también la muerte/y uno solo, caminando,/tras la
estrella que se pierde,/que se pierde…¡Ay!, ¡Ay!/.../Eso lo digo
yo,/que te conozco bien andaluz,/la que no te parió, te parió,/eso
lo digo yo.
"Antes
de nada, Carlos fue poeta", cuenta Juan de Loxa, que lo conoció
primero en las tascas del barrio, de las noches que paseaban de la
casa de la madre de uno (en calle Goya) a la del otro (en Pedro
Antonio Alarcón). Juan explica que además de escribir poemas aquel
muchacho cantaba canciones de otros: de Quilapayún, de Atahualpa
Yupanqui. "Y al mismo tiempo que se plantea poner música a
poemas suyos o de otros, empieza a escribir letras para ser
cantadas".
De izquierda a derecha, George Whitman, Juan de Loxa y Carlos Cano, en la librería Shakespeare & Co. | Foto cedida por Juan de Loxa |
De
Loxa dirigía y presentaba por entonces (y durante 27 años) un
programa de radio, Poesía
70, y dirigía las
páginas culturales de un periódico granadino, Patria,
donde publicó los
primeros poemas de Carlos. Fue la semilla del Manifiesto Canción del
Sur. "Queríamos
incorporar lo jondo,
algún tipo de raíz musical o a través de la letra, reivindicativa
de un sur que localizábamos en principio en Andalucía, pero que es
igual a todos los sures: el territorio de los oprimidos",
rememora hoy el poeta De Loxa, que espoleó y aglutinó todo aquello.
"Un día íbamos a dar un recital de poesía y cogió la
guitarra. Y dijo: "Sí, hoy me voy a atrever". Siempre se
dijo que Carlos Cano cantó por primera vez en la Casa América de
Granada.
Manifiesto Canción del Sur |
Llegó
entonces al grupo Antonio Mata, y juntos compusieron Eso
lo digo yo. Una
canción, como todas aquellas, hecha para los recitales y no para ser
grabada. Sólo Carlos llegó a profesionalizarse con un carné de
artista de "circo y variedades". En 1970 compuso su primera
canción, La Miseria, y
en 1972 le llegó la gran puesta de largo, con Enrique Morente en
París: en la Shakespeare and Co. por Alberti (por allí andaba
Simone de Beavoir), y ante la Unesco por Lorca. En un artículo
publicado en El País poco después de su muerte, Ignacio Martínez
cuenta que el granaíno
mala follá zanjó una
discusión en aquel encuentro tal que así: "Nosotros
parimos los poetas y los fusilamos, para que ustedes los franceses
puedan escribir libros de ensayo".
Conoció
entonces a Lluís Llach, que se convertiría en íntimo. El
paralelismo entre la Nova
Cançó
y el Manifiesto era evidente: aquellos eran los poetas que venían a
cantarle a los andaluces y a la tierra, y a sacudir las telarañas de
la dictadura. De aquellos tiempos, Juan de Loxa recuerda cómo los
recitales debían pasar por la aprobación de Información y Turismo,
y que una vez todo fueron tachones menos una canción: "La
instrumental, la de la guitarrita". Cuenta con orgullo que ha
cedido todas sus grabaciones al Centro de Documentación Musical de
Andalucía, y que le ha dicho a Amaranta (una de las hijas del
cantautor): "Si alguna vez quieres yo te las canto, porque eran
de tu padre".
Los gachós trajeaos: 'El Salustiano / Murga de los currelantes'
Yo
no creo que el sombrero les toque en la tómbola / a esos gachós
trajeados que viven de na. / Que lo roban, lo roban, / con cuatro
palabritas finas lo roban.
S’acabe
el paro y haiga trabajo, escuela gratis, medicina y hospital / pan y
alegría nunca nos falten, que vuelvan pronto los emigrantes, haiga
cultura y prosperiá.
En
un recital recogido en Hijos
de Andalucía, de
Canal Sur,
Carlos Cano cuenta una anécdota. Explica que una vez, "en el
anterior régimen", llegó un ministro a Sevilla y ante las
peticiones de trabajo "este señor que ahora es demócrata
respondió muy en serio que lo que los andaluces teníamos que
explotar es la gracia, el salero, las playas, los toros y el
flamenco. Esta es la carta de amor a la libertad de un hombre que se
tiene que ir a trabajar fuera de su tierra por la gracia que
tenemos".
Ese
señor es El Salustiano o cualquiera de los dos millones de andaluces
que dejaron la tierra por un trabajo durante los años de la
dictadura. Carlos
Cano hizo farolillos para féretros en Suiza, fue marinero en el
puerto de Rotterdam y trabajó en la imprenta de Der Spiegel. A su
vuelta conectó con el Sindicato de Obreros del Campo,
con el movimiento agrario y con el cura Diamantino García Acosta, a
quien dedicó una canción. Cantaba a los obreros y a los campesinos,
a los trabajadores andaluces.
Amo mi tierra: 'Verde, blanca y verde (La Verdiblanca)'
Amo
mi tierra / lucho por ella / mi esperanza / es su bandera.
Durante
40 años la dictadura ocultó en sus sombras a Blas Infante y la
verdiblanca. Carlos
Cano descubre la bandera andaluza en una manifestación en Barcelona.
Envuelto en la efervescencia política del momento, graba el himno
oficial, con letra de Blas Infante, y compone el himno oficioso:
Verde,
blanca y verde, incluido
en su primer disco (
A duras penas, 1976).
Los derechos los vendió por un dinar a la Fundación Alhambra
(creada por Alejandro Rojas Marcos). Originalmente fue un poema, Las
amapolas, que
comenzaba con De
abajo vengo… (y
no De
Ronda vengo)
y que cantaba a una bandera roja, verde, blanca y verde.
Lo
dijo el propio Rojas Marcos: "El andalucismo de Carlos Cano lo
tiene Carlos Cano". Quiere decirse con esto que era el suyo un
andalucismo singular, de imposible apropiación para los políticos.
"Quiero remarcar que mi andalucismo no es geográfico, es de
sentimiento. El Sur para mi es una forma de sentir, es lo olvidado",
dejó dicho. Era, sobre todo, un andalucismo de andaluces y
andaluzas. "Yo
sueño con una Andalucía llena de hombres libres, más que con una
Andalucía libre"
es una frase extraordinaria en un contexto propicio a la exaltación
nacionalista.
"La
Verdiblanca era, en el fondo, una canción de esperanza, simple, que
son las que valen la pena", explicaba él. Cuando detectó que
se apropiaban de ella con oscuros intereses dejó de cantarla. La
bandera verdiblanca no era ya solo la bandera de los jornaleros ni de
quienes reivindicaban otra Andalucía posible, sino la bandera
oficial. Según recordó una vez Diego de los Santos, dijo algo así:
"Una
vez que está en los despachos no me interesa".
Pieles rojas en Jolivú: 'Las murgas de Emilio el Moro'
Me
han dicho que has puesto en Madrid /un despacho de mucho postín /
¡Colócanos! / ¡Colócanos! ¡Ay por tu madre colócanos! / ¡Ay!
Felipe de la Otan cataflota verigües / ... llegará a ser un gran
torero como Velázquez y Gregory Peck.
Carlos
Cano solía decir que un cantautor es un periodista con guitarra. Esa
vocación de relator le llevó a denunciar, con nombre aunque sin
apellido, a Felipe González. Con guasa que es como más duele. Dicen
que Las
Murgas de Emilio el Moro le
valieron el rechazo de decenas de instituciones y municipios, que
Alfonso Guerra lo llamó a despacho y que alguien le dijo: "Yo
no tengo nada que ver con lo tuyo", según cuenta Tono Cano en
un artículo
en Secretolivo.
¿Y qué era lo suyo? ¿Apuntar con el dedo que donde fue "OTAN,
de entrada no", finalmente fuese "OTAN, sí"? ¿Cerrar
filas con los astilleros de Cádiz antes que con la subvención y las
fiestas municipales?
"Si
no pagas un precio por ser auténtico es que no lo eres",
le explicó años después a Jesús Quintero, a quien también le
dijo que aprendió muy pronto a decir "no". Se le nombró
Hijo Predilecto cuando había fallecido.
Un amor en La Habana y otro en Andalucía: 'Habaneras de Cádiz'
La
Habana es Cádiz con más negritos, / Cádiz, La Habana con más
salero.
Granada,
La Habana y Cádiz. Las tres ciudades que amó Carlos Cano y a las
que también cantó. Decían quienes le conocieron que con Granada
tuvo una relación de amor y odio. "Granada sólo tiene salida
por las estrellas", sostuvo él cuando alguien le cuestionó
cómo podía componer una habanera a una ciudad sin puerto ni río
navegable. Aquella Habanera
Imposible contiene
este otro verso: "Granada es como una rosa, más bonita que
ninguna, que se duerme con el sol y florece con la luna".
"Yo
tengo un amor en La Habana y el otro en Andalucía",
cantaba él, y se refería a Cádiz. Compartió ese amor con Antonio
Burgos, con quien compuso un himno inmortal a la ciudad: Habanera
de Cádiz. Impactado por los carnavales, de los que fue
pregonero en 1988, cuenta Juan José Téllez que Carlos Cano fue
bautizado gaditano por Fernando Quiñones y Felipe Campuzano.
La copla no es franquista: 'María la Portuguesa'
¡Ay,
María la Portuguesa! / Desde Ayamonte hasta Faro / Se oye este fado
por las tabernas.
En
una página de homenaje a Carlos Cano hay un comentario: "Ni
cantaba, ni bailaba, ni falta que le hacía. Si hubiese participado
en Se
llama copla
habría sido eliminado en el primer programa. Pero tenía algo
especial y lo elegimos grande para siempre".
Cuando
tenía ya asiento reservado en el vagón de los cantautores, Carlos
Cano llenó de dignidad un género que el franquismo había llenado
de caspa. En un reportaje para televisión, Martirio comenta que la
copla se puede hacer también como Carlos Cano, "vestido de
negro, austero, con un sentido dramático y de teatro casi alemán".
Con esta copla bañada de fado el granadino rindió homenaje a su
admirada Amalia Rodrigues.
María
la Portuguesa
le convirtió en cantante universal, pero a muchos les costó
entender el giro. Juan de Loxa confiesa entre risas que a él, que le
descubrió discos que iban de Billie Holliday a La Niña de los
Peines, de Manolo Caracol a Janis Joplin, aquello le desconcertó:
"Coño,
Carlos, yo te he puesto coplas, pero ¡ya está bien! Tanta copla te
la podías haber ahorrado",
le decía. "Él, que se había cachondeado con aquello de que la
embajada cultural enviaba a Manolo Escobar…".
"Enseño los dientes y muerdo los cuchillos de la utopía": 'Defender Andalucía'
"Por
eso hoy, mientras espero vigilante en el horizonte a que lleguen los
bárbaros que acaben pronto con este tiempo narcotizado, enseño los
dientes y muerdo los cuchillos de la utopía. Y pongo alas a mi
corazón por el cielo radical y luminoso del futuro. Para luchar
contra el pasado y sus símbolos. Contra su expresión y su cultura
con la fuerza telúrica de la noche y el extraño poder del amor que
hace girar el mundo."
En
1995 Carlos Cano murió y volvió a nacer, y dijo entonces aquello de
"Yo nací en Nueva York, provincia de Graná". "Fue un
reencuentro con su persona. Creo que a partir de allí quiso hacer
algo nuevo con incluso más vitalidad", recuerda en El
Mapa de Carlos el
cardiólogo Valentín Fuster, que lo operó a vida o muerte en el
Mount Sinaí. Cuando le preguntó qué debía hacer a partir de
entonces, Fuster le dijo: "Mira, si no puedes ser feliz, por lo
menos procura serlo". "Yo
me moriré vivo",
había dicho él.
La
muerte le encontró de nuevo a las puertas de la Navidad del año
2000. ¿Qué quedó? Los
Salustianos son Javier Cachorro y Marcos Peñalosa, y llevan
una pila de años homenajeando al cantautor. "Yo he cantado
Carlos Cano toda la vida, desde que tenía tres años", matiza
Cachorro. Para él, es "lucha, compromiso, educación, elegancia
y mucho doble sentido e ironía"; para Peñalosa, la
"vertebración" de Andalucía "popular, que no
populista". Ambos responden minutos antes de un concierto en la
playa de la Cortadura, en Cádiz, donde les aplauden hasta en las
pruebas de sonido. Cádiz, El Saucejo, Trebujena, Marinaleda son
plazas seguras.
Pero
no es todo así. Peñalosa cree que sigue siendo "una figura
incómoda para la oficialidad andalucista". "Se quiere
vender una marca folclórica, de pastiche y plástico, en la que
Carlos Cano no tiene cabida. Es
identidad andaluza 101% y eso no interesa, porque vertebra la
conciencia de un pueblo",
añade. Cachorro cita a otro gaditano ilustre, Juan Carlos Aragón:
"Es el servilismo mamón de las marmotas de Andalucía".
A
Carlos nunca dejó de dolerle Andalucía. En su última entrevista le
dijo a Quintero: "Hemos
vuelto a los tópicos de siempre: la charanga, la pandereta, la falsa
alegría, no me gusta. Hay una Andalucía inteligente, profunda, que
me gusta mucho.
Probablemente la que menos baila, la que más piensa, la que más
siente, me gusta". Con Carlos Cano se perdió un crítico
implacable e insobornable, ajeno a cualquier trinchera que no fuera
la de los andaluces y andaluzas. "Yo
siempre combato a favor de la vida. No soy un revolucionario, soy un
rebelde. No lucho por convicciones, sino por sentimientos ",
se definió una vez.
El
4 de diciembre de 1993, Carlos Cano lanzó su manifiesto Defender
Andalucía, que concluye así: "Por eso yo levanto la bandera de
mi pueblo. Por eso yo pronuncio el nombre hermoso de mi tierra. Y
espero y deseo que las nuevas generaciones, con el poder que da la
vida, recuperen los ritmos, la emoción, el arte y el firmamento. Y
los arrojen contra este mundo que se derrumba y desaparece en propio
fracaso y en la memoria de los tiempos para siempre.
El
pasado ya no existe. Hablemos sólo de su cadáver.
¡VIVA
ANDALUCÍA LIBRE!".
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