Mary
Anning es considerada como una de las figuras más importantes de la
paleontología, aunque la mayoria de sus logros no le fueron
reconocidos hasta después de su muerte.
Un
dicho popular afirma que “la
historia la escriben los vencedores”.
Durante siglos, esos vencedores solo podían ser hombres y cualquier
aportación o logro obtenido por mujeres
solía quedar sepultada o desacreditada
por una simple cuestión de sexo.
Mary Anning, nacida el 21
de mayo de 1799,
es un excelente ejemplo de esta triste realidad ya que su
nombre pasó años sin aparecer en los libros
ni formar parte del imaginario colectivo a pesar de los grandes
descubrimientos que llevó a cabo en vida. El olvido impidió que su
merecido título de
‘madre de la paleontología’
le fuera reconocido.
Mary
Anning nació en Lyme Regis,
en la costa de Dorset al sur de Inglaterra.
Esta región es conocida
como ‘Costa Jurásica’ por la gran cantidad de fósiles que se
pueden encontrar allí.
Sus impresionantes acantilados de arcillas blandas y areniscas van
desgastándose por el continuo golpear de las olas y dejan al
descubierto estos resquicios de tiempos pasados. El padre de Mary,
ebanista de profesión, había estudiado en profundidad el mundo de
los fósiles
y transmitió esta pasión a su hija, quien le
acompañaba a los acantilados para recogerlos y después venderlos
en un puesto delante de su casa.
La
tragedia llegó a la vida de Mary cuando, durante una noche de
tormenta, su
padre resbaló y cayó por un acantilado.
Aunque no murió en el accidente, sus heridas le debilitaron
enormemente y falleció al poco tiempo de tuberculosis.
Mary Anning, con tan solo once años, se
responsabilizó de la economía familiar
y convirtió la recogida de fósiles en su principal ingreso. Al año
siguiente, su hermano y ella encontraron los primeros restos de un
ictiosaurio,
un
reptil marino de la época mesozoica del Triásico inferior.
El descubrimiento del esqueleto completo de esta criatura atrajo la
atención de geólogos consumados y supuso un primer paso para
aceptar la idea, contraria al creacionismo,
de la
extinción de las especies.
También fue de las primeras personas en reconocer los coprolitos,
excrementos fosilizados
de criaturas prehistóricas.
Con
veintidós años encontró el primer esqueleto de plesiosaurio,
cuyo nombre significa “cercano al lagarto”, y en 1828 los
primeros restos de pterodáctilo hallados fuera de Alemania. Muchos
de sus descubrimientos se pusieron en duda
o se declararon como falsos, pero se acabaría comprobando que todos
ellos eran auténticos. A pesar de sus aportaciones, en esa época
las
mujeres no tenían permitido ingresar en las Sociedades Geológicas
y distintos geólogos
se apropiaron de los hallazgos de Mary Anning publicando artículos,
dando conferencias y llevándose todo el mérito sin siquiera
mencionar el importante papel de la joven paleontóloga.
Rechazada
por la comunidad científica y arruinada, enfermó de cáncer
de mama y murió
el 9 de marzo de 1847 con 48 años.
Solo poco tiempo antes de su fallecimiento, la Sociedad Geológica de
Londres la admitió como miembro honorario y comenzó a reconocer sus
aportaciones. En
2010, Mary Anning fue declarada una de las diez mujeres científicas
más influyentes
de
la historia
por la British
Society y, hoy en
día, los fósiles que descubrió están expuestos en la Galería
Paleontológica del Museo
de Historia Natural de Londres y en su homónimo parisino.
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