Hasta
hace poco se pensaba que el
"cuac" de los patos no generaba eco. Pero
hace un par de años el profesor Trevor Cox, del Centro de
Investigación Acústica de la Universidad de Salford (Reino Unido),
consiguió echar por tierra esta leyenda
urbana al registrar el graznido de una pata llamada
Daisy en
una cámara de reverberación.
De
este modo demostró que las
ondas sonoras que origina el grito del animal también se reflejan al
chocar contra una superficie dura, dando lugar al fenómeno acústico
que denominamos eco. Lo que sí es cierto es que el eco del graznido
de estas aves es difícilmente perceptible por el oído humano,
especialmente en espacios abiertos. Además de que, según Cox, el
largo "aaaacckkk" al final de la llamada del pato consigue
enmascarar cualquier eco.
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