Je
tiens l'affair! ("¡Ya lo tengo!"). Esto fue lo que exclamó
François Champollion en 1822, cuando logró descifrar el lenguaje
jeroglífico egipcio.
El
amor por la tierra del Nilo de Champollion y su afán por descubrir
los secretos de su lenguaje escrito habían comenzado ya con 16 años
de edad, pero fue en 1819 cuando estudió el Libro
de los Muertos.
Analizando
aquellos papiros, descubrió que la escritura hierática era una
simplificación de los jeroglíficos
y, sobre esta base, se lanzó a descifrar el mensaje de la célebre
piedra Rosetta, escrita en griego, demótico y jeroglífico. Tardó
catorce intensos años en dar con la clave definitiva para el
desciframiento de la piedra
Rosetta.
El
francés, entonces un joven de 18 años, quería
demostrar que aquella escritura no era meramente simbólica e
identificó algunos signos con letras que representaban sonidos
(fonogramas). Así, Champollion se dio cuenta de que los egipcios
utilizaban una imagen para representar los sonidos iniciales. Por
ejemplo, para escribir la letra “L” se dibujaba a un león. De
esta forma se fue completando todo un alfabeto.
Más
tarde, en 1821, mientras estudiaba el texto bilingüe de un obelisco
de Philae trasladado a la Gran Bretaña, consiguió
leer en el mismo el nombre de Cliopatra
–que ya conocía por otra fuente–, con lo que obtuvo el valor
alfabético de doce signos jeroglíficos.
Finalmente,
el
27 de septiembre de 1822, el lingüista escribió su célebre obra:
Lettre
á Monsieur Dacier relative à l'Alphabet des Hieroglyphes
Phonétiques,
en la que comunicaba su espectacular hallazgo.
La
piedra Rosetta es
un magnífico documento
egipcio
de época ptolemaica que contiene un Decreto emitido en Menfis, en el
año 196 a.C.,
por el sacerdocio egipcio en honor del faraón Ptolomeo V Epífanes.
Se trata de una piedra de basalto negro compacto que mide 1,20 m de
altura por 0,75 m de anchura, si bien sus dimensiones hubieron de ser
algo mayores, ya que se encontró fragmentada.
En
la actualidad, constituye uno
de los tesoros más significativos del londinense Museo Británico.
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