Nuestro cuerpo no para de hacer ruidos: Chasquidos de neuronas, crujido de huesos… Los ruidos que emitimos son parte del funcionamiento natural de nuestro cuerpo y nos avisan de si algo no va bien.
Ronquidos: estruendos en tu boca
Según
un estudio
de la unidad del sueño de la Fundación Jiménez Díaz, la mitad de
la población adulta masculina y un cuarto de la femenina ronca. Pero
¿qué lo provoca? Al dormir, los músculos de la garganta y la
tráquea se relajan. De manera que, si dormimos boca arriba, tanto la
mandíbula como la lengua, que pierden su tonicidad normal durante el
sueño, se deslizan hacia atrás obstruyendo el paso de aire en la
garganta, lo que dificulta la entrada y salida de aire de los
pulmones y nos obliga a respirar por la boca. El sonido
característico se debe a que el aire pasa por un canal estrecho, lo
que genera una vibración en el paladar. Según una investigación
reciente, el sobrepeso y la obesidad agravan el problema por la
acumulación de grasa en los músculos del cuello, que estrecha la
vía aérea y dificulta la salida de aire.
Latidos
y soplos: así suena tu corazón
Tun,
tun…, tun tun… Los conocidos técnicamente como primero y
segundo, son los ruidos más comunes en este órgano. “Se producen
por el paso de la sangre por el corazón. El primero se percibe
cuando se cierran las válvulas que hay entre las aurículas y los
ventrículos. Y el segundo corresponde al cierre de las válvulas que
separan el corazón de las arterías pulmonar y aorta”, asegura el
doctor Óscar Cano, vocal de la Sección de Estimulación Cardíaca
de la Sociedad Española de Cardiología. Otro ruido cardíaco del
que se habla a menudo es el soplo, que suele detectarse durante la
infancia. “Aunque la mayoría de los casos observados en esta época
son funcionales, ya que el paso de la sangre a través del corazón a
estas edades puede provocar este ruido sin que exista ningún
problema”, apunta Cano.
Pero
¿qué se escucha cuando hablamos de un soplo? “Cuando existe
patología real, esta se produce por el estrechamiento de una válvula
cardíaca o porque no cierra bien y se produce un pequeño reflujo.
Así que el sonido que se oye es similar al de un líquido que quiere
pasar por un conducto que se estrecha y no puede”, explica
Cano.
Pero nuestro corazón puede emitir otros ruidos, que dan pistas a los cardiólogos sobre nuestro estado de salud. “Uno de los más comunes es el roce: se trata de un ruido que se produce por la fricción de las hojas del pericardio, el tejido que recubre el corazón, cuando están inflamadas. También están los chasquidos (llamadas así porque suenan como un chasquido eléctrico) que se producen cuando el paciente tiene una válvula que no se abre del todo bien o que está muy calcificada”, explica Cano.
Sin embargo, ¿realmente es posible escuchar el sonido que hace nuestra circulación sanguínea desde fuera? “No, esto no es posible. Solo a veces tenemos la sensación de escuchar el latido cardíaco en la cabeza, pero lo que realmente sentimos es el pulso, y no la circulación. A veces, cuando la persona está muy delgada y el sonido es muy intenso, se puede escuchar este ruido cardíaco acercando nuestro oído a la pared torácica. Solamente en el caso de personas que llevan válvulas mecánicas, al principio se escucha claramente su actividad. Después, la válvula se recubre de tejido y el ruido se aplaca”, termina Cano.
Pero nuestro corazón puede emitir otros ruidos, que dan pistas a los cardiólogos sobre nuestro estado de salud. “Uno de los más comunes es el roce: se trata de un ruido que se produce por la fricción de las hojas del pericardio, el tejido que recubre el corazón, cuando están inflamadas. También están los chasquidos (llamadas así porque suenan como un chasquido eléctrico) que se producen cuando el paciente tiene una válvula que no se abre del todo bien o que está muy calcificada”, explica Cano.
Sin embargo, ¿realmente es posible escuchar el sonido que hace nuestra circulación sanguínea desde fuera? “No, esto no es posible. Solo a veces tenemos la sensación de escuchar el latido cardíaco en la cabeza, pero lo que realmente sentimos es el pulso, y no la circulación. A veces, cuando la persona está muy delgada y el sonido es muy intenso, se puede escuchar este ruido cardíaco acercando nuestro oído a la pared torácica. Solamente en el caso de personas que llevan válvulas mecánicas, al principio se escucha claramente su actividad. Después, la válvula se recubre de tejido y el ruido se aplaca”, termina Cano.
Y
es que el sonido que percibimos procedente del corazón no es más
que el resultado de las vibraciones de sus movimientos, que se
transmiten en forma de ondas sonoras. Nuestro oído es sensible solo
a las ondas comprendidas entre los 20 y los 1.600 ciclos por segundo,
más o menos. Mientras que muchos de los sonidos originados por el
corazón, los más importantes de hecho, se encuentran justo en el
límite de lo que el oído humano es capaz de percibir, unos por su
poca intensidad y otros por su baja frecuencia. Por lo que el único
modo de escucharlos es utilizando instrumental adecuado, como el
fonendoscopio. Este transmite las vibraciones cardíacas desde el
tórax del paciente al oído medio de quien lo escucha, con la menor
pérdida de intensidad e intentando minimizar la distorsión de los
sonidos. Su membrana está diseñada para recoger frecuencias altas,
mientras que la campana recoge los de las frecuencias más bajas.
Neuronas:
¿a qué suenan tus ideas?
Las
neuronas no hacen ruido. Solo podemos hacer
que suenen
si, obteniendo su actividad eléctrica, que es oscilatoria, la
traducimos a sonidos. Así, cuando una sola neurona está en reposo
oiremos un golpe cada segundo, y cuando se activa, varios cientos de
ellos por segundo”, explica Manuel Martín-Loeches, profesor de
Psicobiología de la Universidad Complutense de Madrid.
Y
esto es lo que lleva a algunos investigadores –como el
estadounidense Barry Komisaruk, de la Universidad de Medicina de
Nueva Jersey– a afirmar que el sonido del cerebro de una mujer
cuando llega al orgasmo es igual que el de las palomitas de maíz
cuando estallan. “Evidentemente, el sonido es ficticio, pero ver lo
que hace el sujeto y escuchar a la vez sus neuronas es
impresionante”, termina Martín-Loeches.
Hipo: la nota disonante
Su
término técnico es singulto, y se produce como consecuencia de
contracciones rítmicas e involuntarias del diafragma (el músculo
que separa la cavidad torácica de la abdominal) junto al cierre de
la glotis, lo que condiciona su sonido característico: hip, hip,
hip… “En la mayoría de los casos, es autolimitado y se considera
una alteración fisiológica. Sin embargo, en ocasiones, puede no
ceder ni responder a los remedios “caseros” por todos conocidos
(mantener la respiración, beber agua, dar un susto…). Los casos de
hipo intratable, que puede durar semanas e incluso más tiempo, se
deben a diferentes causas: irritación diafragmática, distensión
gástrica, alteraciones del sistema nervioso central, alteraciones
hidroelectrolíticas o metabólicas”, asegura el médico y profesor
de la Universidad Europea de Madrid Ramón Pajares.
En
2013, la niña estadounidense de 13 años Mallory Kievman sorprendió
a todo el mundo con un invento, según ella, definitivo contra el
hipo: la piruleta Hiccupops. El truco estaba en que este caramelo
recogía los tres remedios contra el hipo que mejor le funcionaban a
ella: comer piruletas, azúcar y sidra de manzana.
Flatulencias
y eructos: malos aires
La
culpa es del gas. En el caso de las flatulencias, también conocido
como meteorismo intestinal, del exceso que se acumula en el
intestino. Y en el del eructo, del que tomamos junto a lo que comemos
y bebemos.
“Durante la ingesta se deglute una pequeña cantidad de gas con la comida y la bebida, por lo que es frecuente que a menudo este se exteriorice por medio de un eructo. Cuando la deglución de aire es excesiva, puede producir una eructación frecuente, molestias abdominales y distensión abdominal. Cuando esto ocurre se habla de aerofagia, que depende en gran medida de lo que comemos y, sobre todo, de cómo lo hacemos. De hecho, el tratamiento de la aerofagia consiste en consejos tales como: comer despacio, masticar bien los alimentos, evitar degluciones rápidas y evitar el exceso de dulces y chicles, beber ‘a morro’ y las bebidas carbonatadas”, asegura el gastroenterólogo y profesor de la Universidad Europea de Madrid Ramón Pajares.
“Durante la ingesta se deglute una pequeña cantidad de gas con la comida y la bebida, por lo que es frecuente que a menudo este se exteriorice por medio de un eructo. Cuando la deglución de aire es excesiva, puede producir una eructación frecuente, molestias abdominales y distensión abdominal. Cuando esto ocurre se habla de aerofagia, que depende en gran medida de lo que comemos y, sobre todo, de cómo lo hacemos. De hecho, el tratamiento de la aerofagia consiste en consejos tales como: comer despacio, masticar bien los alimentos, evitar degluciones rápidas y evitar el exceso de dulces y chicles, beber ‘a morro’ y las bebidas carbonatadas”, asegura el gastroenterólogo y profesor de la Universidad Europea de Madrid Ramón Pajares.
En
cuanto a los populares pedos, aunque a menudo se
piensa lo contrario, la gran mayoría son inodoros. No en balde, un adulto puede expulsar hasta dos litros de gases en forma de ventosidades al día.
piensa lo contrario, la gran mayoría son inodoros. No en balde, un adulto puede expulsar hasta dos litros de gases en forma de ventosidades al día.
Pero
¿a qué se debe el mal olor que despiden en algunos
casos? “A la fermentación de los gases por las bacterias que componen la microflora intestinal”, explica Pajares.
casos? “A la fermentación de los gases por las bacterias que componen la microflora intestinal”, explica Pajares.
En
principio, las flatulencias no son un problema médico como tal. “En
la mayoría de los casos se pueden resolver con algunos cambios en la
dieta. Sin embargo, según la forma de presentación y la edad, a
veces pueden ser síntoma de enfermedades, como la intolerancia a la
lactosa”, termina Pajares. Para estudiarlos, un equipo de
investigadores de la Universidad RMIT, en Australia, han creado unas
píldoras inteligentes que analizan la procedencia de estos gases
para, en un futuro, crear dietas libres de gases, personalizadas,
además, para cada caso en particular.
Acúfenos,
pitidos y tinnitus: los sonidos más misteriosos
Que
te
pite el oído izquierdo
o el derecho nada tiene que ver con tu buena o mala reputación,
olvídalo. “Normalmente, se debe a una modulación de nuestro
sistema nervioso. Y en algunas ocasiones también tiene que ver con
la ventilación del oído. Este se airea a través de la nariz,
trompa de Eustaquio y caja timpática. Pues cuando hay algún
obstáculo en ese circuito, se producen cambios momentáneos de
intensidad, que escuchamos en forma de pitido”, explica Miguel
Ángel López González, otorrinolaringólogo del Hospital Quirón
Salud Sagrado Corazón de Sevilla. Él y su equipo son expertos,
precisamente, en el ruido más molesto y misterioso de los que
produce el cuerpo humano: los denominados acúfenos o tinnitus.
¿Cuáles son sus causas? Un
ruido tapa otro:
“En
la mayor parte de los casos, se trata de ruidos subjetivos, que solo
escucha el paciente, procedentes del sistema nervioso. Y se pueden
deber a cualquier problema que haya en el oído (desde un tapón a un
tumor); problemas del sistema nervioso central a nivel neurológico
(degenerativos, infecciones, etc.); del sistema somato-sensorial (el
eje espalda-cuello-mandíbula produce muchos ruidos) y el estrés
social. Este último es el causante en la mayoría de los casos,
representando hasta el 95% del total, a los que no se les encuentra
ninguna causa médica”, termina López. Esta es la razón por la
que la mayoría de los tratamientos que hay para lidiar con este
problema son sintomáticos. Uno de los más novedosos es el uso de
una aplicación para móviles, como Oír
& Acúfeno,
creada por el equipo del doctor López Gónzalez, que emite dos tipos
de sonidos: uno enmascarador –es decir, que tapa un sonido molesto
con otro más soportable– y uno más, el modulador, que baja la
intensidad del ruido para que no nos resulte tan molesto.
Estornudo: a cámara lenta
Primero
viene un cosquilleo en la nariz, después sientes la necesidad
imperiosa de inhalar aire y, por último: ¡Achís! Llega el
estornudo.
Se trata de un mecanismo que comienza cuando el epitelio
respiratorio, la capa de células que recubre la nariz, se irrita y
estimula al nervio craneal trigémino, que manda la orden al cerebro
de que conecte el reflejo del estornudo. Entonces, se expulsa aire
del cuerpo junto a un conjunto de mucosa y gérmenes, a una velocidad
de hasta 150 kilómetros por hora. Un acto que contrae todos los
músculos del cuerpo, desde los párpados hasta el esfínter anal.
Además, según una investigación reciente realizada en el MIT, las
nubes de gotas que se forman tras el estornudo y que transportan
patógenos diminutos, llegan entre 5 y 200 veces más lejos de lo que
se creía. Pero ¿qué lo desencadena? En realidad, una gran variedad
de causas: desde un resfriado a la exposición a algún tipo de
alérgeno o compuesto ambiental irritante, como la contaminación, e
incluso como consecuencia de una luz brillante. Además, han
trascendido un par de casos de jóvenes (en Chile y Texas) que
estornudaban unas 12.000 veces al día. Al final, resultó que el
estornudo era en realidad una especie de tic facial muy raro.
Nudillos:
chasquido sin fin
A
todos nos ha pasado alguna vez. Te estiras los dedos y empieza la
sinfonía del chasquido. ¿La razón? Hasta hace poco, los expertos
culpaban de este sonido al resentamiento o desplazamiento de los
tendones que forman las articulaciones. También se hablaba del
líquido sinovial, un fluido espeso y claro que recubre las
articulaciones, etc. Pues ahora, gracias a una investigación
reciente de la Universidad de California en Davis, sabemos que la
respuesta está en las burbujas de gas que se forman en la
articulación.
En
esta investigación, realizada por el profesor de radiología Robert
Boutin, se pidió a 30 personas que se tronaban los nudillos de forma
habitual y 10 que no, a hacerlo mientras se les hacía una prueba de
ultrasonido. Cada vez que un tronido sonaba, los investigadores
vieron también un destello de luz brillante provocado por una
burbuja de gas que se estaba formando. Así que llegaron a la
conclusión de que el sonido que percibimos no es un estallido por
rotura, sino la formación de otra burbuja más grande al desplazar
el gas. “Que se crea a partir del gas disuelto que está suspendido
en el líquido que lubrica las articulaciones”, aseguraba Boutin.
Algo que, además, aleja las dudas de los expertos sobre si es o no
bueno provocar estos ruidos. “No encontramos ninguna hinchazón o
pérdida de fuerza en quienes realizan esta acción. Más bien al
contrario, hemos detectado un aumento del rango de movimientos de la
articulación después de tronarla“, terminó Boutin.
Rechinar
los dientes: a pedir de boca
El
bruxismo, o rechinamiento involuntario de dientes, es en realidad una
alteración del sueño similar a la de quien habla dormido
(somnílocuo) y a la de quien anda en sueños (sonámbulo). “El
problema es que, al frotar unas piezas contra otras, además de hacer
ruido se desgastan”, apunta la profesora de Odontología de la
Universidad Europea de Madrid María del Carmen Benito. Además, hay
casos en los que el bruxismo se da durante la vigilia. En este caso
suelen apretarse los dientes, más que rechinarse.
Por otro lado, la mandíbula también tiene sus sonidos característicos. “En la articulación temporomandibular tenemos un menisco, que está entre el hueso temporal y el condilo de la mandíbula. Cuando el menisco se desplaza de su sitio, al abrir la boca para lo que sea, la mandíbula pasa por debajo del disco desplazado y se produce un chasquido, tan común como los de otras articulaciones”, explica Vicente. También hay otro ruido relacionado con la articulación temporomandibular al que los expertos llaman “crepitación”: “Sucede cuando los dos estremos articulares rozan entre sí, porque el menisco se ha desplazado completamente. Este ruido es característico de los procesos de artrosis”, termina María del Carmen Vicente. Por último, hay gente que es hiperlaxa, y cuando abre mucho la boca o bosteza, saca el hueso de la articulación, lo que también suena.
Por otro lado, la mandíbula también tiene sus sonidos característicos. “En la articulación temporomandibular tenemos un menisco, que está entre el hueso temporal y el condilo de la mandíbula. Cuando el menisco se desplaza de su sitio, al abrir la boca para lo que sea, la mandíbula pasa por debajo del disco desplazado y se produce un chasquido, tan común como los de otras articulaciones”, explica Vicente. También hay otro ruido relacionado con la articulación temporomandibular al que los expertos llaman “crepitación”: “Sucede cuando los dos estremos articulares rozan entre sí, porque el menisco se ha desplazado completamente. Este ruido es característico de los procesos de artrosis”, termina María del Carmen Vicente. Por último, hay gente que es hiperlaxa, y cuando abre mucho la boca o bosteza, saca el hueso de la articulación, lo que también suena.
Borborigmos:
¿por qué te suenan las tripas?
Aunque
los interpretamos como un aviso de que tenemos hambre, la verdad es
que la mayoría de las veces esta no es su causa. “Pese a que en
ocasiones un simple olor puede ponerlos en marcha, los borborigmos
están provocados, básicamente, por el movimiento del contenido
intestinal a lo largo del tubo digestivo. A menudo no son más que
ruidos normales del proceso de digestión o producidos por estrés, y
no comportan ninguna patología”, asegura Ramón Pajares, experto
en Aparato Digestivo de la Universidad Europea de Madrid. Aunque hay
casos en los que sí apuntan problemas: “Existen borborigmos
aumentados (hiperactivos) debidos la presencia de algún proceso
obstructivo en el tubo digestivo (tumor, hernia estrangulada, etc.).
Por el contrario, la observación de ruidos disminuidos puede hacer
sospechar una parálisis de la musculatura del intestino”, apunta
Pajares. Pero ¿qué mecanismo físico provoca el ruido?
Cuando comemos, el alimento viaja a través del aparato digestivo gracias a la propulsión de una capa muscular que rodea el tubo desde el esófago hasta el ano, el conocido como movimiento peristáltico. “El intestino es un órgano hueco, por lo que el paso de gas en su interior mientras está en funcionamiento produce un eco (similar al de las tuberías de agua) que se oye desde fuera”, termina Pajares.
Cuando comemos, el alimento viaja a través del aparato digestivo gracias a la propulsión de una capa muscular que rodea el tubo desde el esófago hasta el ano, el conocido como movimiento peristáltico. “El intestino es un órgano hueco, por lo que el paso de gas en su interior mientras está en funcionamiento produce un eco (similar al de las tuberías de agua) que se oye desde fuera”, termina Pajares.
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