Ni
siquiera los expertos se salvan de los sesgos cognitivos que nos
inducen al error.
Todo
el mundo comete errores; de hecho, las equivocaciones parecen formar
parte de nuestra naturaleza como seres humanos. Y si fuéramos más
conscientes de ello, tal vez evitaríamos
muchas fricciones sociales y posicionamientos ideológicos
que resultan nocivos.
También
es importante destacar que ni siquiera los expertos se salvan de los
sesgos cognitivos que nos inducen a cometer el error. Ya lo decía el
físico danés Niels Bohr: "La
predicción es muy difícil, y más si es sobre el futuro".
Así, podemos encontrar grandes errores en personas versadas.
Por
ejemplo, en 1890, Dionysius Lardner, profesor de Filosofía Natural y
Astronomía de la University College de Londres, escribió: "Viajar
en ferrocarril
a
velocidad elevada no es posible porque los pasajeros, incapaces de
respirar, morirían de asfixia".
Por su parte, el físico y matemático británico lord Kelvin
(1824-1907) afirmó: "La radio no tiene futuro".
Reconocer
los límites de nuestro conocimiento es un proceso extremadamente
difícil, sobre todo si implica la asunción de errores del pasado.
No obstante,
realizar este ímprobo esfuerzo en ocasiones puede revertir en
efectos beneficiosos,
tanto psicológicos como sociales. Las cuatro principales ventajas
podrían resumirse en las siguientes:
-
Dejamos de prolongar nuestro error y, por tanto, de ponernos en evidencia frente a los demás.
-
Reducimos la fricción en las discusiones con otros y somos más empáticos y magnánimos tanto con nosotros mismos como con el prójimo.
-
No otorgamos tanta importancia a nuestras ideas y opiniones y eso nos lleva a no ser cautivos de las mismas.
-
Para mucha gente, una de las frases más difíciles de pronunciar es “no lo sé”. Pero, al reconocer nuestra ignorancia, podemos iniciar el camino hacia el conocimiento.
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