Fernando
Iwasaki, afincado en Sevilla, de origen peruano y “medio japonés”
–tal como él mismo se define–, acompañó ayer al Club de
Lectura “Ginex – Libris” y al Club de Lectura en Español
para Extranjeros. Ambos grupos leyeron previamente Ajuar
funerario, un compilación de microrrelatos de terror desde el
punto de vista del humor.
El
título de esta obra lo deja claro: 'ajuar', objetos propios de una
persona relacionados con el hogar, y 'funerario', relativo al
entierro; términos que dan la clave del contenido del libro y que
unidos dan un resultado humorístico.
El
relato más corto (28 palabras) abre este volumen y no es una
casualidad; su título, tampoco:
DÍA
DE DIFUNTOS
Cuando
llegué al tanatorio, encontré a mi madre enlutada en las escaleras.
–Pero
mamá, tú estás muerta.
–Tú
también, mi niño.
Y
nos abrazamos desconsolados.
Muchos
de estos microrrelatos tratan de temas que el autor ha extraído de
recuerdos de familia, otros están relacionados con las monjas de su
escuela, monstruos tras rostros llenos de compasión, algunos más
dan cuenta de leyendas urbanas (historias que circulan de boca en
boca de origen incierto), o los que se recrean en los miedos e
inseguridades más comunes: el dentista, el hospital, los hoteles,
los tanatorios…
¿Quién
no recuerda esas reuniones de amigos en la infancia cuando
intentábamos asustarnos con relatos terroríficos de gente
desaparecida, fantasmas, espectros, cadáveres vivientes…?
Pero
no podemos llevarnos a engaño, no hay nada de terrorífico en el
libro ya que provoca muchas más sonrisas que escalofríos: “como
cuentos de terror son un fracaso pues el lector acaba riendo”
señala Iwasaki. Entonces, nos planteamos el porqué de la
insistencia en el horror cuando no son relatos de terror en sentido
estricto. He aquí la respuesta: el miedo es verosímil y es lo que
le importa como escritor, ya que “existe lo real, la verdad y lo
verosímil. A mí lo que me interesa es la verosimilitud, no la
verdad ni la realidad. La literatura es ficción por encima de todas
las cosas”.
Una
antología breve pero densa, repleta de guiños que los miembros de
los dos grupos de lectura desciframos junto con Iwasaki. Para
nosotros fue un verdadero placer haber podido disfrutar de ese rato
que nos ofreció este escritor de tan amplia creatividad, que ilumina de originalidad no sólo sus textos sino también sus palabras y que nos
provocó tanto la sonrisa como la carcajada.
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