El escenario y las gradas eran las dos partes principales de un corral de comedias de los siglos XVI y XVII.
Durante
estos siglos se llamó corral de comedias a un modelo de teatro
público permanente instalado al descubierto en los patios y corrales
interiores que separaban los edificios de vecinos en las principales
ciudades españolas. Fueron el marco de la dramaturgia del Siglo de
Oro, con autores como Lope de Vega, Tirso de Molina y Pedro Calderón
de la Barca, y en sus instalaciones disfrutó el pueblo, junto a
reyes, nobles y prelados.
Su
denominación se debe al espacio urbano que ocuparon y a que todas
las obras teatrales profanas eran llamadas comedias,
aunque encerrasen los tres géneros: la tragedia, el drama y la
comedia propiamente dicha.
El
escenario presentaba tres zonas: al fondo, arriba, se situaba un
balcón por el que se
asomaban personajes que simulaban estar en el de una casa;
en el tablado se desarrollaba la acción; y del foso salían, a
través de escotillones o trampillas, los actores que encarnaban a Satanás.
Las
habitaciones de las casas que daban al patio eran los aposentos de
los nobles. Los desvanes y las tertulias eran las butacas más altas,
situadas inmediatamente debajo del tejado y estaban
reservadas muchas veces a los religiosos.
El
público más modesto se situaba en el patio central y veía el
espectáculo de pie (era el caso de los mosqueteros) o sentado en
unas gradas que se levantaban a los lados del patio.
Frente
al escenario estaba
el palco de mujeres (la
cazuela).
Un
toldo de tela permitía techar el corral para resguardar del sol al
público, además de favorecer
la acústica del recinto teatral.
Durante
la función, en
la alojería se vendían snacks
para
el público.
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