El
vocablo procede del griego óstrakon,
que literalmente significa “teja” o “trozo de vasija”. Los
griegos empleaban
este material para escribir,
que se encontraba fácilmente esparcido por el suelo.
En
estos trozos de teja se escribía, con un punzón,
el nombre de un político al
que se quería condenar por considerarlo un peligro para la
comunidad.
Así
pues, una vez al año, toda la polis se reunía en el ágora y
escribía en estas tejas el nombre de algún político al que se
suponía peligroso.
Su castigo era ser condenado al ostracismo, que significaba
el destierro durante 10 años.
Este exilio temporal fue creado desde las instituciones jurídicas de
la democracia ateniense de la Grecia Antigua.
Tras
la votación, el condenado tenía 10 días para preparar su partida y
despedirse de sus seres queridos. Sus
bienes eran respetados y
sus propiedades seguían siendo suyas; esto en teoría, porque en la
práctica no siempre ocurría. En definitiva, su pena era no poder
entrar en la ciudad de la que era expulsado durante una década.
En
definitiva, ostracismo es considerado como un concepto importante a
nivel social e histórico ya que hace referencia al acto mediante el
cual una
sociedad decide alejar a uno de sus miembros como
castigo por un mal hecho o comportamiento.
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