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DE ARTE

Juan de Pareja, el esclavo de Velázquez que se convirtió en artista.
De origen morisco, aprendió los secretos en el taller del maestro sevillano
El 19 de marzo de 1650, festividad de san José, los alrededores del Panteón, en Roma, eran un hervidero de gente. En el pórtico del antiguo templo romano, convertido desde siglos atrás en iglesia cristiana bajo la advocación de Santa María de los Mártires, se exponían en aquellas fechas pinturas de diferentes artistas, pero fue una de ellas la que atrajo de forma especial la atención de todos los presentes.
El lienzo en cuestión era un retrato realizado por el español Diego Velázquez –en aquel entonces embarcado en su segundo viaje a Italia–, y representaba a un hombre mestizo de mediana edad que miraba fijamente al espectador. El retrato tenía tal calidad que impresionó vivamente a quienes tuvieron ocasión de contemplarlo, entre ellos el pintor Andrés Smidt, hasta el punto de que la obra se ganó “tan universal aplauso (…), que a voto de todos los pintores de diferentes naciones, todo lo demás parecía pintura, pero éste solo verdad”.
El fabuloso retrato realizado por Velázquez representaba a alguien muy bien conocido por él: su esclavo Juan de Pareja, quien durante años trabajó para el maestro sevillano como ayudante en su taller, preparando pigmentos y montando lienzos. Aunque circulan varias “leyendas” en torno a la cuestión, parece que Velázquez terminó liberando a Pareja –mestizo de origen morisco nacido en Antequera– debido al afecto que tenía por él y como agradecimiento a los servicios que le había prestado durante años.
El pintor sevillano le entregó ese mismo año de 1650 –unos meses después de mostrar en público su retrato–, su carta de libertad, aunque ésta sólo se hizo efectiva a partir cuatro años más tarde, cuando se certificó que en ese tiempo Pareja no había cometido delito alguno.
Lo más llamativo en relación a Juan de Pareja es que el hasta entonces esclavo de Velázquez acabó convirtiéndose él mismo en un pintor de cierta valía y renombre. Aunque su labor en el taller del maestro se reducía a producir pigmentos y lienzos, parece ser que Pareja practicó en secreto las técnicas pictóricas que veía utilizar a Velázquez, hasta que él mismo adquirió cierta destreza como artista.
Así, cuando en 1654 Velázquez le concedió oficialmente la libertad, Juan de Pareja no sólo no abandonó al pintor, sino que continuó vinculado a su taller, y especialmente mantuvo una estrella relación con el yerno y también discípulo del artista, el también pintor Juan Bautista del Mazo.
Durante algunos años, y hasta su muerte en 1670 –a los 60 años–, Juan de Pareja se destacó como pintor de retratos y pinturas de temática religiosa. En los primeros su estilo se asemejaba mucho al de su antiguo amo y maestro –hasta el punto de que en su tiempo algunos confundía las obras de ambos–, mientras que en las segundas sus composiciones eran muy diferentes a las de Velázquez, destacando además por unos colores que se acercaban a los usados por Tintoretto.
Su primera obra catalogada de forma inequívoca es precisamente una pintura religiosa, ‘La vocación de San Mateo’ (1661) –hoy en el Museo del Prado–, en la que Pareja incluyó un autorretrato suyo. Curiosamente, en este retrato de sí mismo el pintor se representó con una piel más clara y unos rasgos más angulosos que los que vemos en el lienzo que de él realizó Velázquez. No hay duda de que se trata de un autorretrato de Pareja, pues aparece sosteniendo una hoja de papel en la que se lee su nombre.
Entre los retratos realizados por Pareja destacan el del arquitecto de la corte José de Ratés, en el que se ve claramente el influjo de Velázquez, o el del dramaturgo Agustín Moreto, hoy conservado en la colección de la Fundación Lázaro Galdiano de Madrid.
En la actualidad los historiadores del arte consideran a Pareja un pintor de notable habilidad y calidad artística destacable, y su rostro ha pasado a la historia gracias al lienzo que le dedicó su maestro –hoy conservado en el Metropolitan Museum de Nueva York–, pero también a través del autorretrato de incluyó en una de sus obras más conocidas.

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