'Los enamoramientos' de Javier Marías ha sido distinguida con el premio Giuseppe Tomasi di Lampedusa.
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El
argumento puede ser resumido así: una mujer que atisba a una
pareja se entera poco después de la muerte del hombre (Miguel
Desvern o Deverne) a manos de un desconocido; de manera accidental,
entrará en posesión de un dato que podría resolver el porqué de
esa muerte enigmática.
Los
escasos incidentes dan lugar a las reflexiones, las conjeturas y la
especulación de la narradora y otros personajes aledaños, siempre
sugerentes.
La
narradora es una mujer que tiene una voz fuerte, hipnótica, que se
impone a toda la narración incluso a pesar de sus dudas (o a partir
de ellas). De ella sabemos que trabaja en una editorial, que es muy
observadora, que es capaz de obsesionarse por las personas y hechos
en torno suyo y que, a pesar de que le da mucha importancia a sus
sentimientos, su principal aventura es mental.
Una novela cuya gran fuerza consiste en las reflexiones que arroja sobre la subjetividad del ser humano, sobre nuestra compleja psicología y lo que nos enseña es la exploración de la conducta, lo que implica el enamoramiento, la relación compleja que los vivos tienen con los muertos (la necesidad que tenemos de librarnos de ellos), la fuerza de los hechos y cómo nos sobreponemos a las desgracias a pesar de nosotros mismos, la difuminación de todas las cosas y, especialmente, la seducción que una historia puede tener sobre el que la escucha o lee.
También analiza a los seres humanos en nuestros afanes y miserias: el reproche de lo previsible lo desmonta la narradora con sus digresiones; el riesgo de melodrama queda superado por la indagación en las pasiones y flaquezas humanas; y el peligro de novela policíaca desaparece al no denunciar la narradora lo que sabe, por lo cual no hay investigación, y Díaz-Varela encarna una metáfora de nuestro tiempo en su figura de arribista sin escrúpulos que triunfa sin reparar en los medios.
Una novela cuya gran fuerza consiste en las reflexiones que arroja sobre la subjetividad del ser humano, sobre nuestra compleja psicología y lo que nos enseña es la exploración de la conducta, lo que implica el enamoramiento, la relación compleja que los vivos tienen con los muertos (la necesidad que tenemos de librarnos de ellos), la fuerza de los hechos y cómo nos sobreponemos a las desgracias a pesar de nosotros mismos, la difuminación de todas las cosas y, especialmente, la seducción que una historia puede tener sobre el que la escucha o lee.
También analiza a los seres humanos en nuestros afanes y miserias: el reproche de lo previsible lo desmonta la narradora con sus digresiones; el riesgo de melodrama queda superado por la indagación en las pasiones y flaquezas humanas; y el peligro de novela policíaca desaparece al no denunciar la narradora lo que sabe, por lo cual no hay investigación, y Díaz-Varela encarna una metáfora de nuestro tiempo en su figura de arribista sin escrúpulos que triunfa sin reparar en los medios.
Marías
desmitifica "el enamoramiento", esa falacia que pretende
convertir al amor romántico
en el único afán o motivo de la felicidad del individuo; el
tratamiento no es como
algo idílico y siempre deseable, sino como motor de actos crueles.
Con
una prosa exquisita, precisa, envolvente y elegante, Javier Marías
cautiva al lector. Una extraordinaria riqueza semántica (por sus
múltiples ángulos de interpretación) y literaria (tanto por los
referentes de otros textos que funcionan como complementos que
iluminan la situación presente, como por la constante autocrítica
de la mente narradora en el examen de conjeturas y refutaciones que
puedan esclarecer la verdad de lo ocurrido). Pero esta verdad, lejos
de ser unívoca, resulta compleja e irreductible a simplificación. Y
así la que parecía una obra sobre el amor, la amistad, las
relaciones de pareja, el azar, la muerte, la memoria y la culpa,
ensancha su sentido hasta convertirse en una novela sobre la radical
inaprehensibilidad de la realidad, la impunidad y la extrema
dificultad de conocer la verdad.