Camiones
esparciendo sacos y sacos de sal en la carretera para evitar que se
congele, pero, ¿por qué?
Todos
los inviernos tenemos la misma estampa: camiones esparciendo sacos y
sacos de sal
en
la carretera para evitar que se congele, pero, ¿por qué motivo?
Lo
que ocurre entre la sal (NaCl) y el agua
(H2O) es pura química.
La creencia popular dice que la sal derrite el hielo,
pero no es exactamente eso lo que ocurre. Para entender bien el
proceso hay que saber cómo se forman las moléculas de agua y las de
sal.
La
sal está formada por cristales de cloruro sódico,
los mismos átomos de sodio que de cloro, y se mantienen unidos por
fuerza electrostática. El cloro cede un electrón al sodio, quedando
uno con carga
positiva y otro negativa.
Las mismas fuerzas actúan en la molécula de agua,
que aunque en apariencia es neutra, sus componentes sí tienen carga.
El oxígeno
tiene carga negativa y los dos átomos
de
hidrógeno positiva, por ello se mantienen unidos al oxígeno. Como
ya se sabe, los signos opuestos se atraen.
Puentes de hidrógeno
Además
existe
otra fuerza de atracción en el agua, los conocidos como ‘puentes
de hidrógeno’,
que además son los causantes de algunas de sus propiedades más
interesantes. Se trata de la fuerza de atracción entre el oxígeno
de una molécula y los hidrógenos
de la otra. Cuando la temperatura supera los 0 grados, las moléculas
se mueven muy rápido, y estos enlaces no tienen la fuerza suficiente
para unirse del todo, manteniéndose en estado líquido. Sin embargo,
por debajo de cero, su velocidad disminuye, formándose puentes de
hidrógeno y solidificando.
Aquí
es donde interviene la química de la sal. Cuando
esta se disuelve en el agua los iones de sodio (positivo) y de cloro
(negativo) quedan flotando, y uno atrae al hidrógeno y el otro al
oxígeno, rompiendo los mencionados puentes de hidrógeno.
Gracias a esto el
agua no se solidifica, y
el compuesto resultante tiene una temperatura de congelación muy
inferior al del agua normal, entorno a unos -21ºC. De esta forma es
más fácil que las carreteras permanezcan sin apenas hielo durante
el invierno,
ya que las temperaturas no suelen ser tan bajas. Esta fórmula es más
eficaz cuando todavía no hay hielo, es decir, es conveniente
anticiparse a las heladas, pero si la previsión nos falla, también
sirve el remedio. Tardará más en hacer efecto pero el final será
exactamente el mismo.
Sería
un remedio ideal si no fuera por los inconvenientes que supone al
medio
ambiente.
La sal que arrojamos a la calzada eleva los niveles del cloro y sodio
del agua, yendo a parar a la
tierra,
el sustrato donde viven las plantas.
De hecho, en
algunos países está prohibido utilizar sal
para evitar la congelación de la calzada, e incluso está penado con
importantes multas. Existen otras formas anticongelantes más limpias
como el acetato de potasio o el acetato de calcio-magnesio, que no
son perjudiciales. Su problema reside en el elevado coste que suponen
frente a lo barato que es el uso de la sal.
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