La
estimulación táctil autogenerada se atenúa porque el sistema
sensorial predice las sensaciones que van a producirnos nuestros
movimientos.
Los
científicos llevan décadas haciéndose preguntas sobre las
consecuencias somatosensoriales de nuestros propios movimientos. Por
ahora, sabemos que el cerebro (probablemente el cerebelo) anticipa y
cancela la información entrante sobre los movimientos de producción
propia, creando lo que se conoce como una ‘copia eferente’.
Un
fenómeno cotidiano que resulta de estos procesos predictivos es el
de ser incapaz de hacernos cosquillas. ¿Por
qué no nos reímos al intentar hacernos cosquillas a nosotros
mismos?
Es la pregunta que se hicieron hace unos años Sarah-Jayne Blakemore
y sus colegas del Instituto de Neurología del University College de
Londres.
Para
dar con la respuesta, estudiaron con un escáner el cerebro de 16
personas mientras trataban de hacerse cosquillas a sí mismas en las
palmas de las manos y los pies. Y, más tarde, repitieron el
experimento haciendo que otros sujetos les hicieran cosquillas.
Examinaron
si los movimientos
involuntarios inducidos por la estimulación propia y, por otro lado,
la estimulación inducida por un tercero
(ambos resultando en la estimulación estándar del pie descalzo del
participante) serían percibidos como cosquillas.
El
estímulo para el pie
solo se calificó como cosquilleo como cuando el experimentador le
hizo cosquillas en el pie del participante, usando un estímulo
idéntico que en el estímulo propio. Llegaron, por tanto, a la
conclusión de que es poco probable que la estimulación magnética
de la corteza motora (la estimulación ajena) genere una copia
eferente de la salida del sistema motor, como sí lo hace la
estimulación propia.
Así
comprobaron que las áreas que responden al tacto y al placer se
activaron mucho menos cuando se las hacía uno mismo, según exponían
en la revista NeuroReport. Y llegaron a la conclusión de que la
estimulación táctil autogenerada se atenúa porque internamente el
sistema sensorial predice las sensaciones que van a producirnos
nuestros movimientos
en el mismo momento en que el sistema motor da la orden de
ejecutarlos.
La copia eferente
El
concepto de ‘copia eferente’ es básico en neurofisiología,
porque hace referencia a cómo el individuo evalúa la realidad,
interna y externamente, y a cómo el individuo interactúa consigo
mismo. Alude al concepto de anticipación de los movimientos.
Para
entenderlo, podemos imaginar una situación cotidiana: nuestra pareja
nos organiza una fiesta sorpresa, y nosotros nos enteramos por la
indiscrección de un amigo o familiar. Cuando la fiesta llega, el
efecto sorpresivo y emocional disminuye. ¿Por qué? Porque ya
sabíamos lo que iba a ocurrir. En este caso, sucede algo similar: si
no hay sorpresa, tampoco hay cosquillas.
Los
estímulos autorealizados a nosotros mismos viajan por una doble vía:
el cerebro, por un lado, está dando la orden de realizar dicho
movimiento; por otro, está recibiendo el estímulo esperado, fruto
de ese movimiento. En estos casos, los músculos
llevan consigo una orden, que se envía a los receptores sensoriales.
No hay sorpresa.
Según
el neurólogo y músico Arturo Goicochea, la copia eferente hace
referencia a la ausencia de autoconciencia; permite realizar
movimientos
automáticos,
que se califican como inofensivos, y son tolerados y filtrados como
tal. Además, como explica el neurólogo en su blog, dado que la
copia eferente hace que podamos predecir los movimientos y estímulos,
permite también evaluar “los costes y beneficios de cada
movimiento, en función de cada objetivo y cada contexto”.
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