Pediatras,
nutricionistas e historiadores británicos han comparado la
alimentación de Oliver Twist, el huérfano que hizo popular a
Charles Dickens, con la que figura en dietarios de la época. Y han
llegado a la conclusión de que la dieta que refleja la novela no
coincide con la que servían los orfanatos.
Charles
Dickens es famoso por muchas cosas: como
periodista,
por los artículos
de denuncia social y crítica política en los que resumía las
sesiones parlamentarias
de la época; como
escritor, por las muchas obras maestras que regaló al mundo y el
talento que volcó en sus textos para reflejar
la realidad y la situación que la sociedad vivía, desde las clases
bajas hasta la más alta aristocracia;
como
referente del Realismo literario en las islas británicas, algunas de
sus novelas se acercan sorprendentemente a lo que podría ser una
crónica social.
Da
la casualidad de que una de sus obras más conocidas, Oliver
Twist,
es también una de las que mejor plasma este rasgo tan propio de
Dickens.
A través de las vivencias del huérfano que da nombre a la novela,
el escritor profundiza en los bajos fondos de Londres
y
en la difícil
situación en la que miles de niños vivían, sin poder escapar de la
pobreza y viéndose forzados a delinquir
para sobrevivir. Ligeramente basada en sus años de infancia y
juventud, Oliver
Twist
es un ejemplo perfecto del trabajo y el compromiso social de Dickens.
Pero, a pesar de todo, no hay que olvidar que se trata de una ficción
y que puede
haber detalles que no coincidan con la realidad.
En
2008, un equipo de pediatras y nutricionistas del Hospital General
Northampton (Reino Unido), en colaboración con investigadores del
Centro de Historia de la Medicina de Birminghan, compararon la dieta
que
tomaba Oliver
Twist,
el famoso huérfano que dio nombre a una de las novelas más
populares de Charles
Dickens,
con la que figura en otros documentos de la Inglaterra
victoriana
en la que se desarrolla la historia. Y han llegado a la conclusión
de que la alimentación que reflejaba el novelista británico en su
obra no se corresponde con la que realmente recibían los huérfanos
de la época.
Según
las palabras del propio Oliver Twist, su alimentación consistía en
"tres pequeñas raciones de gachas
diarias,
con una cebolla dos veces por semana y medio panecillo los domingos".
Desde el punto de vista nutricional, aseguran los investigadores en
la revista British
Medical Journal,
esta dieta sería insuficiente
para un niño de nueve años y le causaría anemia, escorbuto y otras
patologías asociadas a la falta
de vitaminas.
Sin embargo, otros documentos históricos apuntan a que la
descripción de Dickens no se ajusta a la realidad.
Concretamente,
ateniéndose a los datos que figuran en la descripción del dietario
de los orfanatos recogida por el doctor Jonathan
Pereira
en 1843, el pequeño Oliver habría ingerido 1,76 litros de gachas al
día, con al menos 100 gramos de harina de avena de buena calidad.
Además, Pereira documenta que los orfanatos recibían carne de
ternera y cordero para sus huéspedes todas las semanas. A la vista
de los datos históricos, los investigadores concluyen que los
dietistas actuales aprobarían la comida servida en los orfanatos
victorianos.
No
obstante, puntualizan que sus conclusiones serían válidas teniendo
en cuenta las necesidades nutricionales de un niño actual. Los niños
contemporáneos de Oliver Twist eran más bajos y delgados que los
del siglo XXI, pero también mucho más activos, por lo que
posiblemente consumían mucha más energía en condiciones normales.
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