El
autor extranjero que más activa y eficazmente luchó por la
República fue sin duda el novelista y político francés André
Malraux.
Poco
después de que estallara la guerra,
se presentó en Barcelona con 20 aviones de combate franceses y sus
correspondientes dotaciones, con los que organizó una escuadrilla
que resultó decisiva en los primeros meses de la contienda. Luego,
cuando llegaron los aviones y los técnicos rusos, consiguió
mantener su independencia de acción gracias a su amistad con Hidalgo
de Cisneros, jefe de la aviación republicana,
pero la falta de repuestos y los inconvenientes de toda clase que le
planteaban sus necesarias relaciones con los soviéticos terminaron
con la escuadrilla seis meses después. Entonces, Malraux se dedicó
a la propaganda de la causa española: escribió su novela L’espoir
(La esperanza) y en 1938 rodó una película titulada Sierra de
Teruel.
Otro
gran autor contemporáneo que se precipitó a alistarse en las
Brigadas Internacionales fue el británico George Orwell, cuyas
impresiones pueden leerse en su excelente libro Homenaje a Cataluña.
Tiempo más tarde declararía que la experiencia de España
marcó
definitivamente su trabajo y que cuanto había escrito desde entonces
era una variación de su repulsa hacia toda forma de totalitarismo,
lo que avalará cualquier lector de 1984 o Rebelión en la granja.
También
hay que recordar a los escritores que vinieron a informar de la
tragedia que estaba ocurriendo.
Fue el caso de John Dos Passos y de Ernest Hemingway, un apasionado
de España, como había dejado claro en sus novelas Fiesta y Muerte
en la tarde. Su nueva experiencia española fue muy diferente y dio
como resultado varios cuentos, su única obra teatral (La quinta
columna) y una novela de la que vendió millones de ejemplares: Por
quién doblan las campanas.
Además, le permitió conocer a su tercera esposa, Martha Gellhorn,
que vino a España para conducir ambulancias y terminó escribiendo
crónicas sobre la población civil.
También
vino a informar Nikos Kazantzakis, tal vez el escritor griego más
famoso del siglo XX. Y el ruso Mijail Koltsov llegó como periodista
desde la Unión
Soviética,
pero a la vez informaba a los más altos estamentos del Kremlin y
movía los hilos de la actividad soviética en España. Se le achaca
un alto grado de responsabilidad, por ejemplo, en la matanza de
Paracuellos del Jarama; no sobrevivió a las purgas de Stalin. Los
mejores informadores gráficos se desplazaron igualmente a España,
entre ellos Ernö Friedman y Gerda Taro, ambos fotógrafos, que
habían compuesto un personaje común al que llamaban Robert Capa.
Gerda, que fotografió las reuniones del Congreso de Escritores
Antifascistas, murió brutalmente en la retirada de Brunete, cuando
cayó al suelo y resultó aplastada por la oruga de un tanque que en
ese momento estaba dando marcha atrás.
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