Kokoro de Natsume Soseki.
“Kokoro”,
término con múltiples traducciones al castellano, traducciones que
van desde “corazón”, “alma”, “espíritu” hasta “mente”
o “voluntad”, narra en primera persona (y a dos voces) los
conflictos internos de un sensei y su discípulo. El más veterano ha
vivido atormentado por un hecho acaecido en su juventud, hecho que ha
condicionado toda su existencia y que conocemos hacia al final de la
obra: el no haber estado a la altura de un hombre íntegro y
verdadero y, por tanto, no ser digno de relacionarse con los demás.
Mientras tanto, el joven estudiante va abriéndose paso como
buenamente puede entre los primeros conflictos existenciales surgidos
a raíz de la enfermedad de su padre y su graduación en la
universidad.
Con
un lenguaje aparentemente sencillo y simple, Soseki va hilando los
finos hilos que conforman la trama y la urdimbre humana, aquello que
existe en el corazón de las cosas, en el corazón de lo que somos
En
esta novela de 1914, Natsume Soseki, el más clásico de los autores
del Japón moderno, despliega a partir de una inteligente estructura
narrativa, un poético y desolador viaje hacia la auto-conciencia del
protagonista, hacia una verdad moral aterradora sólo revelada al
final, viaje en el cual el misterioso sensei, el protagonista,
arrastra a su joven discípulo de igual manera como, sutilmente,
acaba arrastrando al propio lector. La gradual intensidad de las
inquietudes de este sensei, un intelectual del Japón moderno, se
inserta en la situación de una sociedad cambiante en la que el
individualismo y el egoísmo han reemplazado definitivamente las
viejas estructuras sociales del Japón premoderno. Sus inquietudes,
sin embargo, siguen tan vigentes para el hombre moderno occidental
del siglo XXI como para el intelectual japonés de hace 100 años.
“Kokoro”
es la recreación penetrante y desgarradora de la complejidad moral
existente en las relaciones humanas donde hay tanto que queda sin
decirse, incluso en los ámbitos más íntimos. En este sentido, los
silencios de la obra, más elocuentes que las palabras, y las
alusiones indirectas, sirven de puente al corazón de las cosas y de
las personas. Un corazón observado tanto desde la especial
perspectiva de la cultura japonesa como desde la condición humana en
general.
A
finales
del siglo XIX, Japón se embarca en un proceso de apertura hacia
Occidente que propicia cambios sustanciales tanto en lo político
como en lo social o cultural e, incluso, en lo religioso. Estos
cambios que van calando progresivamente en la mentalidad de la
población japonesa son históricamente conocidos como la Era Meiji
(1868-1912) y, a la par que todos los estamentos sociales se embarcan
en una nueva manera de ver el mundo, también la literatura se hace
eco de este sentir para metamorfosearse e inaugurar la novela moderna
japonesa.
Si
hasta entonces las letras niponas estaban centradas en el canto a los
valores del grupo social o de la naturaleza, en el período Meiji
(debido a la influencia de movimientos tan dispares como el
Naturalismo y Simbolismo franceses o el Romanticismo alemán) los
artistas toman conciencia de la existencia del individuo como ser
independiente y, por tanto, solitario. Se centran en el individuo que
solo se tiene a sí mismo para encontrar la verdad.
Y es en este período cuando surge la novela como género, uno de cuyos máximos exponentes es Natsume Soseki (1867-1916).
Y es en este período cuando surge la novela como género, uno de cuyos máximos exponentes es Natsume Soseki (1867-1916).
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