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EL LADO MÁS DELICADO DE LOS GUERREROS SAMURÁIS


Aunque se muestren como hombres rudos, los samuráis reservaban parte de su tiempo al ikebana, el arte del arreglo floral.
Su origen se remonta al siglo VI y se convirtió en un símbolo del renacimiento artístico japonés después de la II Guerra Mundial.
Los guerreros del antiguo Japón cortaban ramas, hojas y flores de sus jardines para alcanzar la ansiada tranquilidad y serenidad de sus almas tras los combates en la guerra. El ikebana se convirtió, en su propósito estético, en un acto de reflexión sobre el paso del tiempo y los ciclos de la vida (nacer, crecer, morir y renacer).
En cada composición los samuráis reflejaban su estado de ánimo.
El hecho de que las obras sean efímeras, debido al material de que están hechas, lo convierte en un acto de reflexión sobre el paso del tiempo.
En la cultura japonesa surgió este arte que, desde Occidente, puede interpretarse como unas normas para realizar arreglos florales con una estética distinta a la occidental.
Pero el ikebana es algo más: un antiguo saber que emerge de un respeto hacia la naturaleza profundamente arraigado en el alma japonesa como otras muchas formas de su arte, tales como la caligrafía, la ceremonia del té y la poesía haiku, que también practicaban los samuráis.
El origen de este arte, de más de 500 años de Historia, fue religioso, pero actualmente se ha exportado a todo el mundo y se ha convertido en una afición también en Occidente.

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