Estamos
acostumbrados a ver imágenes de montes desnudos tras fuegos
devastadores que tienen lugar todos los veranos. ¿Qué hacen las
plantas para sobreponerse a esta perturbación?
Los
incendios forestales
suponen un problema en la actualidad, y se han venido intensificando
con la actividad humana. Sin embargo, el
fuego es también una perturbación natural en ambientes
mediterráneos, razón por
la que muchas de las especies vegetales se han adaptado al mismo e
incluso se ven favorecidas por él. Estas plantas
se denominan pirófitas, y se
las han ingeniado de diversas maneras para recuperarse después de
los incendios. Muchas
especies son capaces de rebrotar mediante vástagos que se generan a
partir del cuerpo del individuo quemado. Se denominan plantas
`rebrotadoras´ y entre ellas se encuentran el madroño (Arbutus
unedo), la encina (Quercus
ilex), el lentisco (Pistacia
lentiscus) y la coscoja (Quercus
coccifera).
Otras
especies, como las jaras (Cistus
sp),
producen muchas semillas
de pequeño tamaño que van quedando enterradas en el suelo y que son
capaces de soportar las altas temperaturas. Tras el incendio, las
semillas encuentran un momento ideal para germinar, ya que se generan
espacios abiertos con mucha luz, sin competencia con otras plantas y
con nuevos recursos minerales que proceden de las cenizas. Esta
estrategia se llama `germinadora´ y para las jaras, al igual que
para muchas especies aromáticas típicas del bosque mediterráneo
como el romero (Rosmarinus
officinalis),
el
fuego supone una oportunidad de ocupar zonas en las que antes no
estaban.
Armas naturales para sobrevivir
Otras
especies como el pino resinero (Pinus
pinaster)
y el pino carrasco (Pinus
halepensis),
desarrollan
piñas que permanecen cerradas varios años hasta que el fuego
produce la apertura y la dispersión de sus semillas.
Esta estrategia se llama `serotinia´ y, en el caso de los pinos
mediterráneos, las piñas también pueden abrirse en ausencia de
incendios, a diferencia de otras especies de árboles de Sudáfrica,
Australia y California, que dependen exclusivamente del fuego para
poder dispersar sus semillas.
A
pesar de todo, la regeneración de la vegetación después un
incendio no es una tarea sencilla. Después
del fuego, el suelo queda desnudo y es mucho más vulnerable a la
erosión. Además, aunque
con las cenizas se liberan nutrientes que estaban almacenados en las
plantas, también se produce una fuerte pérdida de materia orgánica.
Por eso, algunas acciones humanas encaminadas a la restauración tras
los incendios comienzan por proteger el suelo, por ejemplo mediante
la colocación de barreras de troncos o virutas de paja para evitar
la erosión.
En
definitiva, el fuego es una perturbación muy común en los montes
mediterráneos y las especies han conseguido adaptarse e incluso
beneficiarse del mismo. Después de un incendio se produce una
pérdida muy importante de plantas, pero muchas son capaces de
recuperarse y también se
crea un espacio con nuevas condiciones ambientales al que se pueden
incorporar especies que no estaban presentes en la comunidad quemada.
Por último, para ser capaces de realizar una adecuada gestión de
los montes quemados es fundamental comprender la ecología
y los mecanismos desarrollados por las plantas para adaptarse al
fuego, un elemento con el que obligatoriamente convivimos año tras
año.
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