La
investigación de esta
estadounidense revolucionó la genética.
La pregunta que guió a la científica
fue la siguiente: ¿Qué genética hay detrás del sexo? ¿Cómo se
determina este?
Nettie
Stevens se doctoró en 1903 en el Bryn Mawr College de Filadelfia, en
la facultad en la que trabajaban dos grandes biólogos de la época.
Partiendo de la investigación iniciada por Edmund Beecher Wilson y
Thomas Hunt Morgan —más tarde distinguido con el Premio
Nobel—,
Stevens descubrió la conexión entre los cromosomas y las
características físicas.
El
trabajo Studies
in Spermatogenesis with Special Reference to the "Accessory
Chromosome" de
1905 marcó un antes y un después en el estudio de la genética.
Nettie
Stevens
analizó la diferenciación celular en embriones y en el estudio de
los cromosomas. Si antes la ciencia había sostenido que los
cromosomas
se organizaban en largos bucles, ahora Stevens trazó un dibujo
distinto: los cromosomas existen como estructuras parejas en las
células. Si las células somáticas de las hembras contenían 20
cromosomas grandes, las masculinas tenían 19 grandes y una pequeña,
9 parejas de cromosomas grandes y una constituida por uno grande y
otro pequeño.
La
científica llegó a la conclusión de que son los cromosomas los
encargados de determinar el sexo de los organismos y que
la única diferencia que determina el sexo radica en dos clases de
espermatozoides: los espermatozoides que poseen el cromosoma X y los
que poseen el Y.
Si un óvulo es fecundado por un espermatozoide portador de X
producía una hembra, y si el cromosoma era Y daría lugar al macho.
Stevens
desarrolló una carrera breve pero llena de avances irrefutables para
la ciencia. Falleció antes de poder tener acceso a la cátedra que
se había creado especialmente para ella en Bryn Mawr College.
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