Se trataba de un modelo hecho a mano para el rey Luis XVII. Cada grapa llevaba inscrita la insignia de la corte real. Sin embargo, fue el uso creciente de papel en el siglo XIX lo que generó la demanda de inventar una grapadora eficaz.
Realmente, el primer aparato para mantener unidas hojas de papel no fue una grapadora, sino una perforadora patentada por el neoyorquino William H. Rodgers, en 1859. El artefacto agujereaba las hojas, que luego podían unirse con un cordón.
La grapadora propiamente dicha fue patentada por otro estadounidense, George W. McGill, en 1866. Era una pequeña máquina de cobre y zinc capaz de atravesar papeles con una grapa metálica y mantenerlos sujetos. Los primeros modelos sólo admitían una grapa, así que había que recargarlos constantemente.
Rápidamente el aparato fue perfeccionándose y reduciendo su tamaño, y en 1879 McGill produjo el primer prototipo alimentado automáticamente con una tira de grapas, de modo que ya no era necesario recargarla tras cada uso.
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