La
modificación del horario del sueño y de las comidas en vacaciones,
la sensación de soledad, la reactivación de conflictos
interpersonales previos, el sedentarismo o el consumo
abusivo de alcohol favorecen que en
vacaciones, y especialmente en Navidad, aumente la incidencia de la
depresión, según advierten los profesionales de la
salud. A esto se suma que vivimos "una época de dificultades
económicas que se hacen más evidentes en estas
fechas", según expone Angelos Halaris (EE UU), psiquiatra de la
Universidad de Loyola, que también advierte que muchas tradiciones
asociadas con las navidades son un acicate emocional para quien ha
sufrido una pérdida reciente.
De
acuerdo con los expertos, otra de las razones por las que las
personas pueden experimentar depresión o un malestar anímico
durante la Navidad es porque estas
fechas no siempre coinciden con los ciclos psicológicos de los
individuos y muchas veces nos fuerzan a participar en
dinámicas sociales de las que no deseamos formar parte. Y esto
conduce a cambios de humor,
tristeza, pérdida de apetito o voracidad extrema, cambios en los
niveles de energía, dificultades para concentrarnos
o pensamientos obsesivos sobre la muerte. Si a esto se suma que quien
se ve afectado por la depresión también sufre adicción al trabajo,
la sensación se agrava por la falta de ocupación y la sensación de
vacío.
Por
si fuera poco, la reincorporación al trabajo tras la Navidad, si se
produce tras una ausencia vacacional de varias semanas, se traduce
con frecuencia en el síndrome
postvacacional o síndrome del día siguiente, que
afecta al 20% de los trabajadores y causa cefaleas, irritabilidad,
ansiedad, etc.
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