Compositor
francés.
Gran
representante de la moderna escuela musical francesa. Conocido
universalmente por el Bolero,
un
auténtico ejercicio de virtuosismo orquestal cuyo interés reside en
la forma en que combina los diferentes instrumentos, desde el sutil
pianissimo del inicio hasta el fortissimo final.
Su
catálogo, aunque no muy extenso, incluye una serie de obras hasta
cierto punto poco conocidas que hablan de un autor complejo, casi
misterioso, que evitaba cualquier tipo de confesión en su música.
Un autor que concebía su arte como un precioso artificio, un recinto
mágico y ficticio alejado de la realidad y las preocupaciones
cotidianas. Stravinsky
lo definió con acierto como «el más perfecto relojero de todos los
compositores», y así hay que ver su música: como la obra de un
artesano obsesionado por la perfección formal y técnica de su
creación.
Su
música de cámara y la escrita para el piano participa también de
estas características.
Hay
que señalar, empero, que esta faceta, aun siendo la más difundida,
no es la única de este compositor. Personaje complejo, en él
convivían dos tendencias contrapuestas y complementarias: el placer
hedonista por el color instrumental y una marcada tendencia hacia la
austeridad que tenía su reflejo más elocuente en su propia vida,
que siempre se desarrolló en soledad, al margen de toda
manifestación social, dedicado por entero a la composición. Sus dos
conciertos para piano y orquesta, sombrío el primero en re menor,
luminoso y extrovertido el segundo en Sol mayor, ejemplifican a la
perfección este carácter dual de su personalidad.
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