No tenían derechos, realizaban los trabajos más pesados e ingratos y su amo hasta los podía matar.
Se
podía tener la condición de esclavo por varios motivos: ser
prisionero
de guerra,
haber contraído deudas o nacer de otro esclavo.
Los
más valiosos eran los domésticos, que podían
desde llevar cuentas a acompañar a su ama de comprar.
En
el mundo romano las condiciones del trato al esclavo eran durísimas:
se le podía tratar como a cualquier propiedad –regalarlo, venderlo
o alquilarlo–.
Incluso
el amo podía decidir sobre su propia vida, si bien con el tiempo
acabó siendo un delito de asesinato.
El
esclavo era considerado como una cosa, y si
alguien dañaba a uno debía pagar una indemnización a su dueño.
La
mayor parte de los esclavos estaban dedicados a las labores del
campo, integrados en las propiedades agropecuarias de los
latifundistas, aunque sin sustituir de todo a la mano de obra libre.
La
segunda forma de abastecimiento en importancia, la primera a partir
de la Pax
Romana,
fue la reproducción natural de la población esclava. Los
hijos de los esclavos adquirían la condición de su madre aunque el
padre fuese un hombre libre.
Otro
mecanismo de provisión de esclavos fue a través del comercio más
allá de los límites del Imperio
Romano
donde los comerciantes los intercambiaban por sal, grano, etc.; y
finalmente,
el rapto y la piratería,
que además conllevaron un cierto grado de inseguridad.
Entre
la población esclava también estaba
establecida una jerarquía, condicionada, primordialmente, por el
trabajo que realizaban,
pero también por su procedencia, de modo que los esclavos se
valoraban, más o menos, según la zona geográfica de la que eran
originarios.
El
tamaño de la familia a la que pertenecían, compuesta por el
propietario y los esclavos, y el estatus social del dueño también
jugaban un importante papel.
Los
que pertenecían a casas urbanas eran superiores a los que eran de
casas rurales. Los
nacidos esclavos (vernae)
estaban mejor considerados por sus propietarios
que los que habían conocido la libertad.
Aunque
más determinante para categorizar al esclavo era el tipo de trabajo
que desempeñaba. Tenían
tal
variedad de tareas que se puede decir que no había ocupación que no
pudiera ser desempeñada por un esclavo,
con la excepción del servicio militar.
La
solución fue la sustitución de esclavos por libertos, primero en el
ámbito del tejido productivo urbano y más tarde en las zonas
rurales donde los esclavos fueron sustituidos por colonos,
agricultores
que
trabajaban en virtud de un contrato.
Al
final del Imperio Romano, los esclavos domésticos seguían
existiendo, con las mismas condiciones favorables que contaban
durante la época anterior, y se convertirían, a lo largo de la Edad
Media,
en los servidores semilibres de las familias pudientes.
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