Se trata del Theatrum Orbis Terrarum, del flamenco Abraham Ortelius, impreso en Amberes en 1570, y dedicado a Felipe II.
Cuando
Felipe II llegó al poder se encontró con una insuficiente
información sobre la geografía de sus reinos, lo que dificultaba
mucho sus decisiones políticas.
En el Imperio de los Austrias ni siquiera existían mapas fiables de
la península Ibérica. Para resolver esta carencia el
rey recurrió a los cartógrafos flamencos,
el más brillante de los cuales fue Abraham Ortelius.
Y
así nació el Theatrum
Orbis Terrarum que
desde su primera impresión fue
regularmente revisado y ampliado por
su autor hasta su muerte en 1598.
En
sucesivas ediciones, el primer atlas moderno vio
la luz con diferentes formatos y traducido a
casi todas lenguas de Europa.
Ningún
Austria viajó a sus dominios americanos, pero de nuevo Felipe II fue
el primero en preocuparse de tener datos precisos sobre
ellos.
El
monarca español también se preocupó de la geografía del Viejo
Continente y ordenó venir desde Flandes al dibujante paisajista
Anton van den Wyngaerde, que pintó
sesenta y dos excelentes vistas de las principales ciudades
españolas.
Pero
Felipe II no cejó en su empeño, y con
la intención de documentar con más detalle su Imperio ordenó
redactar unas "relaciones geográficas" de cada territorio
de ultramar, que contuvieran sus características esenciales.
Para
esta tarea de corte enciclopédico, los
funcionarios allí destinados contestaban un cuestionario de
alrededor 50 preguntas,
no sólo sobre la geografía, sino también sobre la botánica, la
zoología, la lengua y las costumbres de sus zonas.
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