Se
trata de uno de los relatos más populares de la literatura. Hoy
desentrañamos algunos de sus secretos:
Oculto
tras el seudónimo de Lewis
Carrol,
Charles Lutwidge Dogson fue un diácono anglicano y profesor de la
Universidad de Oxford, que publicaría en 1865 el libro de Alicia en el País de las Maravillas,
que no es sino la materialización a través de una insólita
aventura de su obsesión por una joven menor de edad (tenía 10 años)
llamada Alice Liddell (Alicia en el cuento), hija del decano de la
Universidad de Christ Church y a la que intentó convertir en su
esposa pero cuya petición de mano fue rechazada de plano. Algunos
medios lo han tachado de “pedófilo reprimido”.
La
realidad y la fantasía están separadas de una forma muy sutil
en
esta gran obra literaria y, de hecho, a su autor, Lewis Carrol (que,
como curiosidad, era tartamudo), se le considera el
inventor de este particular género bautizado
como “la literatura del sin sentido (nonsense)”.
Carrol
aprovechó un viaje de tren de dos horas para escribir el primer
borrador completo del cuento que tituló Las
aventuras subterráneas de Alicia,
al que añadió 37 ilustraciones dibujadas por él mismo, una muestra
de su gran imaginación y creatividad. Era el 5 de julio de 1862 y
justo
el día anterior nació la idea tras un cuento improvisado a petición
de las pequeñas hermanas Liddel.
Tras
destruir los 2.000 primeros ejemplares puesto que las ilustraciones
se
reprodujeron incorrectamente, la
versión definitiva de Alicia
en el País de las Maravillas
se publicaría en noviembre de 1865.
A este libro le segurían Alicia
a través del espejo
en 1871 y Alicia
para los pequeños
en 1890.
La
particularidad de este cuento
es
tal que dio lugar a un síndrome con nombre propio: el síndrome de
Alicia en el País de las Maravillas
cuyo
trastorno suele darse en niños y define un conjunto de síntomas
donde la
percepción visual y la imagen corporal se muestran alteradas dándole
al paciente una visión errónea del tamaño tanto de su cuerpo como
de los objetos externos, provocando desorientación y perturbación
de los sentidos.
A
pesar de que siempre la hemos visto dibujada o representada como una
niña de pelo rubio, lo cierto es que la
verdadera Alicia era morena tal
y como atestiguan las miles de fotografías que el propio Carroll
hizo tanto a Alice como a sus hermanas. El motivo de que todos nos
imaginemos a Alicia siempre rubia se debe a que las
ilustraciones de la primera edición Alicia en el País de las
Maravillas presentaban a su protagonista con melena dorada.
La
aparición del “Sombrerero
Loco” en
el libro de Carroll no es casual, ya que muy cerca del lugar en el
que vivía el autor, en Stockport, los talleres de sombrererías eran
muy habituales y durante esta época, los que se dedicaban a su
fabricación utilizaban mercurio para convertir la piel en fieltro;
esto sumado al pegamento
utilizado
y a trabajar en zonas cerradas, provocaba ciertos delirios por la
inhalación de todas estas sustancias, de ahí los “sombrereros
locos”.
El
séptimo arte
cayó
pronto en esta conmovedora y surrealista historia de niños para
adultos. Han sido muchas las adaptaciones al cine de este primer
libro y de los restantes, pero la
primera película sobre Alicia en el país de las Maravillas data de
1903. Fueron
los directores Cecil Hepworth y Percy Stow quienes filmaron una
película de apenas 12 minutos, en el que los propios directores
también ejercieron de actores. Otras adaptaciones famosas son la de
Disney, estrenada en 1951, o las de Tim Burton, en 2010 y 2016.
Como
matemático y gran aficionado a este juego/deporte, Carroll dibujó
toda la historia como una partida de ajedrez.
Así, en la partida, Alicia gana en 11 jugadas, empezando con un peón
blanco y acabando como Reina Blanca. Los
números en general, también están muy presentes en el cuento.
El número 42, en concreto, era particularmente especial para el
autor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario