Hablamos
de música: un estudio relaciona las características de los solos
con los sentimientos y emociones que transmiten.
La
música tiene
la capacidad de llevar al espíritu de
la alegría al desasosiego y la desesperación.
Saca a la luz los sentimientos más profundos de una persona y es
capaz de evocar escenarios dispares con unos cuantos acordes. Es
común ver cómo los espectadores de un concierto buscan
entre sollozos
un pañuelo con el que calmar su alma, pero los detalles de cómo
están conectadas la
interpretación de la pieza musical y las emociones
aún resultan un misterio. Un nuevo estudio señala algunas de las
maneras en las que un compositor podría provocar tristeza
intencionalmente con sus obras.
El
solista, según apunta la investigación liderada por Niels
Chr. Hansen
de la Universidad
Estatal de Ohio,
parece ser una figura clave en las canciones que encogen nuestras
gargantas y nos hacen buscar un pañuelo en mitad de la actuación.
Su
equipo ha encontrado que los pasajes
orquestales que resultan
tristes tienen el
doble de posibilidades de contener solos.
“Los compositores toman decisiones
creativas sobre sus piezas
basadas en una amplia variedad de factores, pero una de las razones
posibles para el uso de solos es que transmiten sentimientos de
aislamiento, soledad
y vulnerabilidad”, afirma Hansen.
Uno
de los ejemplos expuestos en el estudio para entender el poder
emocional de un solo es la pieza de ‘La
lista de Shindler’
de John Williams, con su solo
de violín y cuerno inglés.
La música popular utiliza la misma técnica para conseguir los
mismos efectos, como pasa en el solo de guitarra interpretado por el
músico Prince
en ‘While
my guitar gently weeps’
de The Beatles.
Hansen
y David
Huron,
coautor del estudio y profesor de música, querían aplicar la
ciencia en esa conexión entre la música y las emociones para
entender mejor la teoría tras el uso de los solos instrumentales en
una composición orquestal. Se centraron en 11
instrumentos
presentados en el sitio web orchestraexcerpts.com.
Eligieron al azar 330
muestras de instrumentos
y las clasificaron como solos o no solos, para analizarlos
posteriormente de forma individual. Este análisis se centró en
siete características previamente vinculadas a un efecto triste:
el
modo
(uso de clave mayor o menor), el
tempo, la dinámica, la articulación, la suavidad rítmica, la
altura relativa del tono y el rango de tono.
Las
muestras o fragmentos de obras musicales que fueron señalados como
tristes/relajantes
tenían el doble de probabilidades (74%
comparado con un 37% que no se consideraron tristes)
de contener un solo. Los investigadores siguieron esta comparación
con otro análisis estadístico para comprobar si los siete
‘factores tristes’
podían ser utilizados para predecir la probabilidad de un solo. En
general, lo consiguieron. Pero al analizar los factores por separado,
solo dos de ellos pudieron predecir la probabilidad de un solo en el
pasaje musical:
la
suavidad y conexión de las notas y la dinámica de los silencios.
El
estudio concluye que, dentro de los muchos motivos que los
compositores tienen para incluir un solo en su obra o para elegir qué
instrumentos interpretarán cada parte, el provocar
un sentimiento de tristeza
puede ser uno de ellos. “Los compositores tienen todos los colores
del arco iris musical a su alcance y es interesante estudiar cómo
y por qué eligen unos y otros”,
afirma Hansen.
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