De
todos los fenómenos insólitos propios de los polos terrestres, el
tiempo destaca por su peculiaridad. El
cielo del polo Sur divide el año entre días enteros de luz y de
oscuridad. ¿Pero cómo se las arreglan los seres
humanos para poner el reloj en hora en el polo geográfico, donde
convergen las 24 zonas horarias terrestres, y en el resto de la
Antártida? Depende.
Mientras
que las observaciones científicas se rigen por el tiempo
universal coordinado (TUC), los países que tienen
bases antárticas adoptan una de las tres prácticas posibles: la
mayoría conserva el horario de su país de origen; otros se rigen
por el reloj de la ciudad donde hicieron su última escala naval o
aérea preantártica, y los menos usan la hora estándar determinada
por su posición geográfica.
En
resumidas cuentas, un popurrí de diferentes horas en un continente
del tamaño de Estados Unidos y México juntos. ¿Quién ejerce
entonces de dios Cronos en el punto exacto del polo Sur? Nueva
Zelanda, habitual lugar de partida de muchas de las expediciones que
ponen rumbo al confín del mundo.
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