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JUSTIFIED: HUELE A PÓLVORA EN HARLAN


En el condado de Harlan, Kentucky, ser duro no es una opción, sino el primer mandamiento. Raylan Givens es quien mejor predica esa Biblia: «Si me haces desenfundar, te liquido», avisa ya desde el episodio piloto. Jamás rehuye un duelo ni pospone una pelea. Con revólver humeante o sin él, Raylan Givens siempre acude puntual a su cita con el peligro.
Justified es capaz de resultar salvajemente entretenida mientras enhebra una reflexión sobre la moralidad de la venganza, el determinismo de las raíces, la noción de comunidad, el ansia de redención o el sentido —y los límites— de la violencia legítima cuando está en juego el orden social. Y un preciso y atormentado estudio psicológico, porque, deshojada, es básicamente la historia de dos hombres que codician salvar su alma: Raylan Givens y Boyd Crowder.
Una historia cargada de odios viscerales, drama y humor negro, que han convertido el relato Fire in the hole de Elmore Leonard en el que se inspira, en una serie a medio camino entre el western moderno y el drama policial. Un excelente guión, unos magníficos actores y, sobre todo, unos diálogos acerados y brillantes consiguen que, una historia aparentemente clásica, de un agente de la ley que vuelve al lugar donde creció para deshacer entuertos de su juventud, tenga profundidad y brillantez, y, además, la rara virtud de mantener casi siempre un nivel muy constante, con las tramas y los personajes de gran riqueza, complejidad y carisma. Simplemente es adictiva: estructura de western, moralidad noir, humanismo a raudales, diálogos sulfúricos, acentos arrastrados, tóxicas herencias paternas y esa intensidad emocional, hirviente, que caracteriza al melodrama sureño.
Es una serie de alta calidad que se ve de maravilla y engancha. Una serie con carga moral, profundidad y mucho entretenimiento. Y a su vez, realista: la gente toma decisiones, actúa en consecuencia y asume las consecuencias. Las heridas de la vida, las derivadas de esas decisiones, duelen y no sanan de un día para otro. Los disparos, rasguños y palizas, tampoco.
Nos encontramos con personajes duros enfrentados a situaciones desesperadas, decisiones difíciles con consecuencias desastrosas, ambigüedad moral, acción, profundidad, drama y humor negro.
Añádase a un protagonista que no es nadie sin su sombrero y su peculiar sentido del sarcasmo, Raylan Givens, un personaje que es un argumento en sí mismo. Excesivo y genial, convencido de que a veces es necesario hacer el mal para que el bien triunfe, Raylan es, como bien define su jefe Art Mullen, (otro gran personaje de una serie que está llena de ellos) "un pésimo Marshall pero un buen hombre de ley". Chulo a veces, honesto siempre, paternal en ocasiones, justiciero, sarcástico, capaz de reírse de sí mismo y eficaz, Raylan, interpretado muy bien por un Timothy Oliphant que no se ha visto en otra igual, es algo más que un Marshall con ganas de quitarse de en medio a los malos. Un tipo atractivo, que empezó trabajando en una mina, capaz de disparar a su padre o a su mejor amigo, con quienes tiene una relación surrealista, y de jugarse la vida y su relación con Winona por una chica de 14 años a la que no conoce. Raylan Givens es un Lucky Luke de carne y hueso, un gentleman de gatillo fácil pero preciso, un US marshal con estilazo que su principal tarea es la de poner orden en el caos, un personaje interesante, que tiene a su padre y a su compañero de colegio como principales enemigos, un “cowboy solitario” que vive atrapado en el pueblo que lo vio nacer y crecer con sus compañeros de clase, que ahora son los delincuentes. Todo queda en casa.
Porque Justified sucede en Harlan, un condado de Kentucky, donde se encuentra la crostra más crostra del estado. Unos piltrafillas apalurdados, entrañables al fin y al cabo, que viven en sus chabolas de campo y se dedican exclusivamente a infringir la ley en todo lo que hacen y se proponen en la vida. Su trayectoria está destinada a acabar en prisión, y son conscientes de ello, pero tampoco saben hacer otra cosa más que eso: delinquir hasta que los pillen.
Aquí las mujeres son poderosas. Mags Bennet es de los mejores personajes del lado oscuro que se ha podido ver en los últimos tiempos en la ficción estadounidense. Ava asume con clase y determinación que la vida quizás no vaya por donde habría pensado y no duda en agarrar su escopeta para defenderse. Hellen, la tía de Raylan, es parecida. Carol Johnson, la representante de los dueños de las minas de carbón es sencillamente genial: violenta, manipuladora, sin escrúpulos, atractiva... Loretta, esa mujer de 14 años, es un personaje complejo y duro. Todas sirven para dar a una serie que podría parecer para amantes de la testosterona un carácter poliédrico difícil de igualar.
Contiene secundarios de lujo: el jefe Art, Winona, Mags, Arlo, Loretta, y, sobre todo, Boyd Crowder. Walton Goggins borda el papel del amigo y archienemigo de Raylan. Una relación complicada y creíble de dos amigos que se odian o si se prefiere de dos enemigos que se quieren. Boyd Crowder es un as de la delincuencia, un personaje siniestro con una evolución demencial (pasa de ser nazi a sacerdote en un plis plas) y sobre todo muy elegante; un dandy de lo criminal que está en todos los meollos, siendo el principal sospechoso, pero no se sabe cómo, siempre acaba saliéndose con la suya. Es el capo de los negocios sucios de un pueblo lleno de ineptos, y eso facilita la tarea de saber colgarle el marrón a otro. Su relación con Raylan Givens es uno de los pilares de esta historia.
Raylan ha vuelto a Harlan para hacer las paces. Consigo mismo. Aunque le lleva un tiempo —seis temporadas— darse cuenta de que la identidad no viene determinada por el accidente del lugar donde uno nace. Por eso huye y se pelea y se enfada con su ascendencia y sus recuerdos: porque Raylan detesta su origen, ese —a ratos siniestro, a ratos melancólico— «lo que somos». Solo así —desde el espejismo de la huida de sí mismo— se entiende la obsesión de Raylan Givens por dar caza a Boyd Crowder: son las dos caras de una misma moneda.
Se trata de la mejor adaptación posible de una obra literaria. Justified lleva a la pantalla el relato de Elmore Leonard Fire in the hole, en español titulado simplemente Raylan y editado por Alianza. Leonard es un maestro de los diálogos y el humor negro y sutil difícilmente superable. Pues bien, en la serie hay momentos en los que se iguala esa capacidad para el diálogo ágil y que roza a veces el surrealismo y otros en los que directamente se supera a la obra literaria. En Justified se aprovecha cada coma, cada silencio o cada expresión con doble sentido. Se disparan balas pero también las frases envenenadas con las que marcan territorio el irónico Raylan, el criminal de maneras educadas Boyd Crowder, el ventajista Wynn Duffy, los paletos Dickie Bennett y Dewey Crowe o la voz de la razón Art Mullen.
Después de un piloto discreto y de una primera temporada más centrada en Raylan y en la resolución de un caso por capítulo, a partir de la segunda temporada la trama general se hace más compleja y alcanza, ese carácter de mitología familiar. Contiene continuos giros y traiciones entre los personajes secundarios y los dos rivales enconados, aderezado por unos diálogos entre enemigos dignos de enmarcar por los dobles sentidos y las elipsis con las que hablan en un lugar perdido del mundo. Y la lucha eterna entre esos tres clanes (los Givens, los Crowder y los Bennet) del condado de Harlan (Kentucky) tiene todos los elementos de un drama clásico de alcance universal.

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