Corría el año 1700 cuando los jesuitas de Santa Fe de Bogotá ordenaron al orfebre de origen español José de Galaz una nueva y pomposa custodia para su iglesia de San Ignacio. El artesano tardó siete años en concluiruna de las obras más bellas e importantes de Colombia, “La Lechuga”, la cual, por suerte, ha llegado intacta y en su máxima plenitud hasta nuestros días.
Pero antes de nada… ¿qué es exactamente una custodia? Su nombre procede del latín ostentare, cuyo significado es “mostrar”, y en el rito católico es la pieza de metal precioso (habitualmente oro) donde se coloca la hostia una vez consagrada para que los fieles puedan adorarla. Normalmente tienen forma de Sol y el lugar central es, precisamente, el utilizado para colocar la hostia.
El caso de “La Lechuga” no iba a ser distinto. La pieza contiene unos cinco kilos de oro, un zafiro, un topacio, 28 diamantes, 62 perlas, 13 rubíes, 168 amatistas sin tallar y otras cuatro talladas, además de 1.485 esmeraldas verdes que le dan ese color lechuga y gracias a los cuales se ha ganado su curioso sobrenombre.
En la parte superior se encuentra un sol decorado con 22 rayos ondulantes mayores que terminan en pequeños soles rematados con esmeraldas y con otros 20 rayos menores terminados en perlas. Sobre el sol se encuentra una cruz con esmeraldas rodeado de los símbolos de Cristo y la eucaristía: pequeños racimos de uvas y hojas de vid. El gran sol está sustentado por un ángel con las alas extendidas y los brazos hacia arriba. Finalmente, en la zona inferior, debajo de unos nudos barrocos encontramos una peana decorada con hojas de acanto, de vid y uvas, así como algunas figuras zoomorfas y algunos querubines.
Actualmente nadie duda de su valor histórico, pero hace muchos años, durante los procesos independentistas, muchas obras de este tipo fueron fundidas para subvencionar las guerras. Gracias a la protección de los sacerdotes de la Compañía de Jesús la custodia superó los problemas que supuso la orden de Carlos III en 1767 de expulsar a los jesuitas, una segunda expulsión dispuesta por José Hilario López en 1850 y una tercera dictada por Tomás Cipriano de Mosquera en 1861. De hecho La Lechuga no volvió a su Bogotá natal hasta finales del siglo XIX, cuando los bienes confiscados fueron devueltos a los jesuitas.
En 1985, y tras pedir la Compañía de Jesús permiso a la Santa Sede, fue adquirida por el Banco de la República de Colombia y desde entonces pertenece a la Colección de Arte del Banco, pudiendo admirarse en el Museo de Arte del Banco de la República en Bogotá.
La obra no solo se considera una de las joyas religiosas más ricas y hermosas de todo Hispanoamérica, sino que es un ejemplo perfecto del trabajo de los orfebres en un territorio todavía inexplorado pero plagado de oro y esmeraldas.
Su importancia actual es incuestionable y la primera vez que salió la obra de Colombia fue en 2015, cuando estuvo expuesta en el Museo del Prado durante tres meses con motivo de la presencia de Colombia en la Feria de Arte Contemporáneo ARCO. De hecho, en 2015 ha sido la protagonista y el estandarte de la RutaBBVA, la iniciativa comenzada hace 30 años por el periodista aventurero Miguel de la Quadra-Salcedo que creó este programaenfocado a jóvenes para consolidar el intercambio cultural entre todos los países de habla hispana.
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