Los
banquetes han ido evolucionando según la época histórica. Si
griegos y romanos reposaban en triclinios, en Oriente se ornamentaban
las mesas con profusión.
La
cubertería, en la mesa real y noble,
se impone en el siglo XVI, y en el XVII llega a la alta burguesía
europea, aunque no entra en las casas rurales hasta el XIX. Desde la
madera –que aún se conserva en los palillos orientales como la más
eficaz fórmula de extender los dedos y mantenerlos limpios– hasta
el platino labrado, cualquier material resistente ha servido para
elaborar cubiertos: concha, marfil, hueso y todo tipo de metales
maleables. Así la
cubertería se transforma en joya,
en herencia familiar y, cuando era menester, en material requisable
con el que los gobernantes atendían deudas, calamidades o guerras.
La sobriedad de la Edad Media dejó paso a la elegancia de los
festines del XVIII y el XIX, aderezados con su novedosa cubertería.
El
cuchillo es la primera pieza,
imprescindible para trocear y desollar la caza. Los primeros que nos
han llegado son de pedernal, pero seguramente antes fueron de
materiales más efímeros. Ya en tiempo de los metales se suceden las
hojas de bronce, de hierro y en Grecia se especializan: unos para
sacrificios, otros para tajar, para desguazar el pescado… En la
Edad Media, el cuchillo es personal y cuelga del cinturón o se
esconde en el de las damas.
La cuchara es aún más antigua. En la Edad de Bronce se perfeccionan y especializan y se hizo imprescindible, con largo mango, para salvar el obstáculo de las almidonadas golas que decoraban los cuellos nobles del XVI. Griegos y romanos emplean un pincho, tridente o fino estilete para servir, pero no en la mesa. Luís XVI, árbitro de la elegancia y refinamiento, comió con los dedos desde niño, pero ya maduro adoptó el tenedor y cambió la cubertería de su regia mesa.
La cuchara es aún más antigua. En la Edad de Bronce se perfeccionan y especializan y se hizo imprescindible, con largo mango, para salvar el obstáculo de las almidonadas golas que decoraban los cuellos nobles del XVI. Griegos y romanos emplean un pincho, tridente o fino estilete para servir, pero no en la mesa. Luís XVI, árbitro de la elegancia y refinamiento, comió con los dedos desde niño, pero ya maduro adoptó el tenedor y cambió la cubertería de su regia mesa.
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