El verano siempre tiene que ver con el sol. En la mitología griega, la personificación del sol es Helios o Hiperión, hermano de las diosas Selene, la luna, y Eos, la aurora. Es un hermoso dios coronado con una brillante aureola luminosa que conducía un carro tirado por caballos que arrojaban fuego. Cada día hacía su trayectoria por el cielo, circundando alrededor de la tierra. El viaje terminaba al comenzar cada noche. Esa peregrinación se repetía con cada amanecer. Este dios era el encargado de dar luz y calor a la tierra a través de su carro tirado por caballos indómitos que sólo obedecían a su amo. A medida que pasó el tiempo, Helios fue cada vez más identificado con el dios de la luz, Apolo, también conocido como Febo, el brillante. En la mitología romana su equivalente fue el Sol Invictus.
Helios tenía como hijo a Faetón quien alardeaba con sus amigos de que su padre era el dios sol. Helios no podía detenerse, ni tan siquiera un momento para estar con hijo, de lo contrario el curso del día se detendría. Esto apenaba a Faetón que reclamaba algo de tiempo y de afecto por parte de su padre. Sus compañeros lo ridiculizaban cuando afirmaba de quién era hijo. Creían que era una mentira, lo cual enojó a Faetón que terminó acudiendo a su padre Helios pidiéndole conducir su carruaje y así demostrar que él era, efectivamente, hijo del dios del sol.
Su progenitor intentó disuadirlo de tal arriesgada acción, pero ante la caprichosa insistencia de su hijo, no tuvo más remedio que aceptar. Helios le dio instrucciones muy concretas y exigentes para que no provocase un cataclismo: debía mantener con fuerza las bridas de sus caballos todo el día, no mirar al suelo y mantener la distancia adecuada con respecto a la tierra.
Debido a las distracciones por las maravillas del paisaje que veía desde la altura y por su inexperiencia, perdió el control de los caballos blancos que tiraban del carro. Primero giró demasiado alto, alejando el calor del sol, de forma que la tierra se enfrió. Luego bajó demasiado, por lo cual la vegetación se secó, además se quemaron cultivos, aldeas y campos. Las llamas llegaron hasta el cielo, rozando el Monte Olimpo. La diosa Gea, la madre tierra, le pidió al dios máximo –Zeus- que remediara tanto dolor. Obligado a intervenir, detuvo el carro desbocado con un rayo. Faetón, por el impacto, cayó del cielo, ahogándose en un río.