Este
tipo de sueños son una parte del proceso onírico, pero a veces van
demasiado lejos.
La
posibilidad de que las pesadillas afecten a la calidad reparadora que
debe tener el sueño es una preocupación constante en la población.
Para la gran mayoría de las personas, todos los sueños, incluso los
peores, forman parte de esa función restauradora que tiene dormir.
Cuando
dormimos, pasamos, en este orden, por la fase de sueño ligero, sueño
profundo y, finalmente, sueño REM. Cada una de ellas es importante y
contribuye a producir calidad, pero la más relevante para cumplir
ese objetivo de restauración y recuperación es la del sueño
profundo. Es ahí cuando la respiración se relaja y desciende la
temperatura corporal. Es, además, una fase desprovista de sueños y,
por tanto, no puede ser perturbada por ninguna vicisitud onírica.
Los
sueños entran en acción en la fase REM (Movimiento Rápido de
Ojos), la más útil para el manejo de la memoria y las emociones.
El cerebro rescata las emociones del día y las clasifica, para
eliminar mejor los sentimientos negativos. Según Isabel
Arnulf,
neuróloga, directora de la unidad de patologías del sueño del
hospital Pitié-Salpêtrière, investigadora del Instituto del
Cerebro y la Médula Espinal (CNRS / UPMC / Inserm).en
los bancos de sueños, que reúnen miles de sueños recopilados
durante experimentos científicos, el 82% son violentos o negativos,
pero esto podría ser beneficioso. “Nos
preparan para el peligro en este lugar seguro que es el sueño para
permitirnos enfrentarlo mejor en la vida real”.
Arnulf lo compara a un jugador de ajedrez que se anticipa a todos los
malos movimientos para ganar el juego.
El
investigador Antonio
Zadra,
sin embargo, marca la diferencia entre los malos sueños, asociados
con emociones negativas, y las pesadillas, tan perturbadores que nos
despiertan. En comparación con los malos sueños, las pesadillas son
más extrañas, están llenas de escenas de agresión, fracasos,
resultados negativos y, en promedio, más relacionadas con las
lesiones físicas que con los malos sueños.
Casi
todo el mundo ha tenido una pesadilla al menos una vez en su vida,
pero solo entre el 5% y el 8% son recurrentes. Según su intensidad,
frecuencia y cantidad de despertares que causan, pueden ser
perjudiciales y alterar la calidad del sueño. "La angustia
con las pesadillas está relacionada con la depresión, la ansiedad y
el neuroticismo. Y también cierta predisposición a reaccionar
fuertemente a las experiencias emocionales negativas”,
añade Zadra.
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