El
científico holandés creó sus propias lentes para desentrañar los
misterios de los seres vivos.
Inició
en el siglo XVII el camino de la microbiología.
Hijo de comerciantes, siguió la tradición familiar hasta que con
poco más de 20 años descubre un rudimentario microscopio, de una
sola lente con capacidad de ampliación de tres aumentos, que era
utilizada por los vendedores de telas. En paralelo a su actividad
comercial, desarrolló una importante actividad en la creación de
microscopios.
Diseñó microscopios de lente única para ver más allá
de lo que permite el sentido de la vista y desentrañar los secretos
de la vida de los seres microscópicos. Fue un visionario de la
microbiología. En una carta a la Royal Society, de Londres, Antonio
Van Leeuwenhoek se maravilló de lo que había visto en una muestra
de agua de un lago cercano. Las lentes de aumento le habían
permitido descubrir "pequeños animales", que ahora
conocemos como bacterias y microbios.
Al
igual que Galileo,
pulía sus propias lentes para los microscopios, en un proceso que
quedaba en sus manos desde el principio al final. Algunas de sus
lentes llegaron a los 200 aumentos. A lo largo de su vida, fabricó
500 lentes y desarrolló fijaciones tanto para pequeñas lentes
biconvexas montadas sobre platinas de latón que se sostenían muy
cerca del ojo, así como estructuras del tipo microscopio en las que
se podía fijar tanto la lente como el objeto a observar.
También
fue un adelantado en la observación de bacterias
y microorganismos.
Por ejemplo, descubrió la levadura y fue el primero en mencionar la
existencia de los espermatozoides. En una carta que envía a la Royal
Society habla de "animáculos" muy numerosos en el esperma.
Otra pata fundamental de su trabajo experimental fue su férrea
oposición a la teoría de la generación espontánea.
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