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OCIO Y VICIO EN LA ANTIGUA ATENAS


Entre 80 y 120 festividades al año disfrutaban los atenienses de la Hélade. Pero no estaban destinadas para todos, sino para aquellos considerados como hombres de buena posición.
Como principal atractivo para visitar la capital del Ática en la Antigüedad destacaba la gran cantidad las fiestas, en las que lo lúdico y lo religioso eran elementos indisociables.
Solo las guerras acababan con ese poder de convocatoria. Aunque el círculo de invitados a la mayoría de estas festividades se cerraba en torno a 40.000 hombres libres, ciudadanos de Atenas, que eran los que se dedicaban por entero a cultivar cuerpo, mente y placeres en teatros, gimnasios, etc. Por supuesto, no trabajaban.
Las mujeres tenían marcadas en el calendario aquellas destinadas solo a ellas, como las Adonias, en homenaje a Adonis y Afrodita. Podían estar presentes en los sympósion, durante la cena.
También estaban presentes las concubinas, las bailarinas que amenizaban los festejos y las prostitutas comunes que trabajaban en los dicteria (burdeles).
Algunos historiadores contradicen hoy en día la supuesta libertad y afirman que en las relaciones homoeróticas, y especialmente, la pederastia, solo estaban bien vistas entre la aristocracia ateniense y no entre la gente común, como muestran las obras teatrales de Aristófanes, en las que se insulta y se lanzan burlas a los homosexuales.
¿Cómo era un banquete ateniense?
No era necesario que el anfitrión elaborase invitaciones formales, podía avisar de la celebración de su banquete al encontrarse casualmente con los amigos en la calle o en el ágora. Tampoco parece que hubiera problemas si algún invitado traía por su cuenta a otro amigo a la reunión.
Pronto apareció un tipo humano conocido como bufón (ákletos) que acudía sin ser invitado y comía gratis siempre que animara la velada con sus chistes y gracias. Cualquier ocasión festiva podía justificar un banquete: el triunfo de un atleta, una celebración familiar y la partida o llegada de un amigo. 
La etiqueta exigía cuidar el cuerpo y bañarse antes de acudir a un banqueta. 
Cuando los invitados llegaban a la casa donde tendría lugar el banquete, un esclavo los hacía pasar a la estancia llamada el andrón, la “sala de los hombres”. 
Después, los invitados se acomodaban y un esclavo les lavaba las manos y les quitaba las sandalias. La buena educación exigía alabar los techos y los adornos de la estancia. 
La primera parte de la reunión se dedicaba a la cena (deîpnon). La comida en la Atenas clásica era sencilla y frugal; el queso, las cebollas, las aceitunas, los higos y el ajo eran esenciales en la cocina. 
La carne se trinchaba en trozos pequeños, y todo se cogía con las manos. Los postres consistían por lo general en frutas, como uvas e higos, o bien dulces elaborados con miel. 
Al finalizar la cena, los esclavos retiraban las mesas y limpiaban la sala. Entonces comenzaba el symposion o simposio, la “bebida en común”. Era el momento de disfrutar con el vino. 
Los invitados se perfumaban y se ponían guirnaldas en la cabeza. Estas guirnaldas, de mirto o de flores, no sólo eran un adorno refinado para la reunión, sino que al parecer atenuaban los dolores de cabeza que producía el beber tanto vino.

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