Niño
tímido y acostumbrado a la vida humilde –creció en la India
Británica, en el seno de una familia numerosa y pobre–, nadie
podía imaginar que Jiddu Krishnamurti (1895-1986) se convertiría en
uno de los escritores y divulgadores filosóficos y espirituales más
importantes del siglo XX.
Este
reconocido
escritor y orador en materia filosófica y espiritual
potenció
la enseñanza basada en la interiorización personal y en la
convivencia, el
propósito de la meditación, las relaciones humanas, la naturaleza
de la mente,
incluyendo una revolución psicológica, con el fin de lograr un
cambio positivo en la sociedad global, de lo personal a lo colectivo.
Alegaba
no tener nacionalidad, ni pertenecer a ninguna religión,
clase social o pensamiento filosófico,
simplemente
hablaba de
las cosas que nos afectan a todos en nuestra vida cotidiana. A partir
de 1929 viajó
por el mundo dando conferencias sobre el dominio de la mente humana
para liberar a los hombres de cualquier limitación y temor, de los
problemas de vivir en una sociedad moderna, con su violencia y
corrupción, y buscar la seguridad y felicidad individuales, es
decir, de la necesidad de un cambio radical en la humanidad para que
se
libere a sí misma de las cargas internas del miedo, de la ira, de
las injurias y del sufrimiento, exponiendo
el funcionamiento sutil de la mente humana y señalando
la necesidad de generar en nuestra vida diaria una cualidad
meditativa profunda y espiritual, y
transmitía
un sentimiento de profundo respeto a la naturaleza.
Su
enseñanza trasciende las creencias, los sistemas, el sentimiento
nacionalista y sectario creados por el hombre. Al mismo tiempo,
aporta un significado y una orientación nueva a la humanidad en su
búsqueda de la verdad. Su enseñanza, aparte de ser relevante para
la era moderna, es atemporal y universal.
En
encuentros personales era un maestro compasivo, escuchaba atentamente
al hombre o a la mujer que llenos de sufrimiento habían ido a verle,
y les animaba a curarse por ellos mismos gracias a su propia
comprensión. Para los estudiosos religiosos, sus palabras aportaban
una luz nueva sobre los conceptos tradicionales. Krishnamurti aceptó
el reto de los científicos y psicólogos modernos, juntos
investigaron paso a paso sus teorías y, en ocasiones, eso les
permitió discernir las limitaciones de sus propias teorías.
Krishnamurti
dejó una gran cantidad de literatura en forma de charlas públicas,
escritos, diálogos con profesores y estudiantes, científicos y
renombrados religiosos, conversaciones con individuos, entrevistas en
radio y televisión, así como cartas. Mucho de este material ha sido
publicado en libros y en formatos audiovisual.
En
1984 recibió
la Medalla de la Paz de la ONU.
Fue
autor de varios libros, entre ellos,
La
libertad primera y última libertad,
La
única revolución
y Las
notas de Krishnamurti.
Su última conferencia fue dada un mes antes de su fallecimiento.
Murió
a los 90 años, pero su obra ha sido traducida a varios idiomas y
sigue manteniendo gran vigencia. Dejó
un importante legado de reflexiones: su
pensamiento iba en pos de la concordia y la eliminación de todo tipo
de fronteras.
En
la actualidad, su filosofía sigue transmitiéndose en escuelas
independientes de todos los países.
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Sembrando trigo una vez, cosecharás una vez. Plantando un árbol,
cosecharás diez veces. Instruyendo al pueblo, cosecharás cien
veces.
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La religión de todos los hombres debe ser la de creer en sí mismos.
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Sostengo que la verdad es una tierra sin camino y no puedes
alcanzarla por ningún camino, por ninguna religión ni por ninguna
secta.
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No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad
profundamente enferma.
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Inteligencia es la capacidad para percibir lo esencial, lo que “es”,
y educación es el proceso de despertar esta capacidad en nosotros
mismos y en los demás.
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La belleza es la apreciación, la sensibilidad a las cosas que a uno
lo rodean: la naturaleza, la gente, las ideas.
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Lo que importa, sobre todo mientras se es joven, no es cultivar la
memoria sino despertar el espíritu crítico y el análisis; pues
solo así se puede llegar a comprender el significado real de un
hecho en vez de racionalizarlo.
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Cuando le cuentan una historia interesante a un muchacho, él escucha
con un sentido enorme de curiosidad y energía. Quiere saber lo que
sucederá, y espera con ansiedad hasta el final. Pero nosotros, la
gente adulta, hemos perdido toda curiosidad y la energía para
descubrir, esa energía necesaria para ver con claridad las cosas
como son, sin distorsionarlas.
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Si posees claridad, si eres una luz interna para ti mismo, nunca
seguirás a nadie.
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Cuando la mente está completamente silenciosa, tanto en los niveles
superficiales como en los profundos, lo desconocido, lo
inconmensurable puede revelarse.
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La libertad es esencial para el amor; no la libertad de la revuelta,
no la libertad de hacer lo que nos plazca ni de ceder abierta o
secretamente a nuestras apetencias, sino más bien la libertad que
adviene con la comprensión.
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La sabiduría no es una acumulación de recuerdos, sino una suprema
vulnerabilidad a lo verdadero.
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Tienen que insistir en que se les imparta la clase de educación que
les estimule a pensar libremente y sin temor, que les ayude a
investigar, a comprender; deben exigirla de sus maestros.
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No se comprende primero y luego actúa. Cuando comprendemos, esa
compresión absoluta es la acción.
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Cuando decimos no sé, ¿qué queremos decir?
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¿Ha notado usted que la inspiración llega cuando no la está
buscando? Llega cuando toda expectativa se detiene, cuando la mente y
el corazón se tranquilizan.
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Cuanto más te conoces, más claridad hay. El autoconocimiento no
tiene final. No alcanzas un logro, no llegas a una conclusión. Es un
río sin final.
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La educación no es la simple adquisición de conocimientos, ni
coleccionar y correlacionar datos, sino ver el significado de la vida
como un todo.
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La palabra “alcanzar” de nuevo implica tiempo y distancia. La
mente es pues esclava de la palabra alcanzar. Si la mente puede
librarse de las palabras “conseguir”, “alcanzar” y “llegar”,
entonces el ver puede ser inmediato.
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Aprender de uno mismo requiere humildad, requiere nunca asumir que
conoce algo, se trata de aprender de uno mismo desde el principio y
nunca acumular.
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Uno es el mundo, no está separado del mundo. No es americano, ruso,
hindú o musulmán. Uno no es ninguna de estas etiquetas y palabras,
uno es el resto de la humanidad porque su consciencia, sus reacciones
son similares a las de los demás. Puede que hable un idioma
diferente, tenga diferentes costumbres, eso es la cultura
superficial, todas las culturas aparentemente son superficiales pero
su consciencia, sus reacciones, su fe, sus creencias, sus ideologías,
sus miedos, ansiedades, su soledad, sufrimiento y placer son
similares al resto de la humanidad. Si usted cambia, eso afectará a
toda la humanidad.
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La vida es un misterio extraordinario. No el misterio que hay en los
libros, no el misterio de que habla la gente, sino un misterio que
uno ha de descubrir por sí mismo; y por eso es tan importante para
ustedes comprender lo pequeño, lo limitado, lo trivial, e ir más
allá de todo eso.
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La manera como ustedes comen es muy importante: si hacen ruido
mientras comen, eso importa muchísimo. El modo como se comportan,
los modales que tienen cuando están con sus amigos, la manera como
hablan de otros… Todas estas cosas importan porque señalan lo que
son ustedes internamente, indican si hay o n hay refinamiento
interno. Una falta de refinamiento interno se expresa en la
degeneración externa de la forma.
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La felicidad es extraña; llega cuando no la buscas. Cuando no estas
haciendo un esfuerzo de ser feliz, inesperadamente, misteriosamente,
la felicidad está ahí, naciendo de la pureza.
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La búsqueda se convierte en otra huida de lo que realmente somos.
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El final es el comienzo de todas las cosas, suprimido y escondido.
Esperando a ser lanzado a través del ritmo del dolor y el placer.
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Por más intensa que sea la tormenta, el espíritu ha de permanecer
siempre impasible.
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El mundo está tan lleno de opiniones como lo está de personas. Y
usted sabe qué es una opinión. Uno dice esto, y algún otro dice
aquello. Cada cual tiene una opinión, pero la opinión no es la
verdad; por lo tanto no escuche una mera opinión, no importa de
quién sea, sino descubra por sí mismo qué es lo verdadero. La
opinión puede cambiar de la noche a la mañana, pero no podemos
cambiar la verdad.
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Cuando escuchas a alguien, completamente, atentamente, estas
escuchando no solo las palabras sino también el sentimiento de lo
que está transmitiendo, a la totalidad, no a parte de ello.
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Si uno observa, verá que el cuerpo tiene su propia inteligencia;
requiere de una gran dosis de inteligencia para observar la
inteligencia del cuerpo.
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Cuando uno pierde su relación con la naturaleza y los cielos
abiertos, pierde la relación con los demás seres humanos.
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Cuando uno está atento a todo, se vuelve sensible, y ser sensible es
tener una percepción interna de la belleza, es tener el sentido de
la belleza.
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Lo que se necesita, en lugar de escapar, controlar o suprimir o
cualquier otra resistencia, es entender el miedo; ello significa
mirarlo, aprender sobre él, ir a contactar con él. Hemos de
aprender sobre el miedo, no cómo escapar de él.
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El proceso de combatir algo solo alimenta y fortalece aquello contra
lo que luchamos.
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Toda vida es un movimiento en relación. No existe nada viviente
sobre la Tierra que no esté relacionado con una cosa u otra. Aun el
ermitaño, un hombre que se marcha a un paraje solitario, sigue en
relación con el pasado y con aquellos que le rodean. No es posible
escapar de la relación. En esa relación, que es el espejo que nos
permite vernos a nosotros mismos, podemos descubrir lo que somos,
nuestras reacciones, nuestros prejuicios y temores, las depresiones y
ansiedades, la soledad, el dolor, la pena, la angustia.
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No vemos las cosas como son, sino como somos.
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Comprenderse
a uno mismo requiere paciencia.
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