Bajo
este lema
funciona la Real
Academia de la Lengua Española.
Nació con el claro propósito de sacudir el polvo al idioma y
construir un diccionario completo del español.
Si
bien Felipe V expidió la Real Cédula de Fundación de la Academia
el 3
de octubre de 1714,
el impulsor de la iniciativa fue Juan Manuel Fernández Pacheco,
marqués de Villena y duque de Escalona. Fue, además, su primer
director, cargo que entonces se ejercía a perpetuidad.
Lo
fueron también los primeros 12 académicos que ostentaron esa
posición, hasta 1862. No se trataba de una idea pionera en el mundo,
puesto que ya existían la italiana 'Della Crusca' —fundada en 1582
en Florencia— y la francesa, nacida en 1635 en el París del
cardenal Richelieu. En España había otras 'academias', que eran
tertulias centradas en un escritor o aristócrata famoso.
La
particularidad de la Real Academia Española radicaba en su interés
de salvaguardar
la lengua popular, además de la literaria.
Lo dice así el estatuto único de su constitución: Siendo
el fin principal de la fundación de esta Academia cultivar y fijar
la pureza y elegancia de la lengua castellana, desterrando todos los
errores que en sus vocablos, en sus modos de hablar, o en su
construcción han introducido la ignorancia, la vana afectación, el
descuido, y la demasiada libertad de innovar: será su empleo
distinguir los vocablos, frases, o construcciones extranjeras de las
propias, las anticuadas de las usadas, las bajas y rústicas de las
Cortesanas y levantadas, las burlescas de las serias, y finalmente
las propias de las figuradas. En cuya consecuencia tiene por
conveniente dar principio desde luego por la formación de un
Diccionario de la lengua, el mas copioso que pudiere hacerse: en el
qual se anotarán aquellas voces y frases que están recibidas
debidamente por el uso cortesano, y las que están anticuadas, como
tambien las que fueren baxas, o bárbaras, observando en todo las
reglas y preceptos que están puestos en la planta acordadapor la
Academia, impresa en el año de mil setecientos y trece.
Aquel
«Diccionario de la lengua, el mas copioso que pudiere hacerse»
recibió el nombre de Diccionario
de autoridades
y consta de seis volúmenes, elaborados entre 1726 y 1739. Los
vocablos recogidos incluían citas de textos escritos por autoridades
en el idioma, sobre todo por autores del siglo XVI y de la primera
mitad del XVII. En la segunda edición, de 1783, se omitieron las
citas porque hacía muy voluminoso al diccionario. De él nació, con
el transcurso de los años, el Diccionario
de la lengua española
DRAE, que es hoy la máxima referencia de nuestro idioma. Apareció
por primera vez en 1780 y la edición más reciente es la vigésima
segunda, del 2001. Vale la pena destacar la de 1803, donde empezaron
a aparecer en apartados independientes las letras che y elle.
En
1927 la Academia publicó el Diccionario manual e iIlustrado de la
lengua española, de la que han salido varias ediciones. La
Gramática, por su parte, data de 1771. En 1973 se publicó el
Esbozo de una nueva gramática de la lengua española. Los
académicos saben que es necesario sacar a la luz un texto
actualizado y en ello trabajan desde hace varios años. En Medellín
se da un paso importante este mes, puesto que en la reunión que allí
tiene lugar se aprueba el texto de una gramática que recoja el
español total: el de la península española y el de América
Latina.
Ha
habido otras iniciativas editoriales —tales como el Diccionario
histórico de la lengua española
y el Diccionario
panhispánico de dudas—,
que buscan brillar, pulir y dar esplendor a nuestra lengua. Si se
trataba de una tarea importante en 1713, cobra dimensiones titánicas
ahora, cuando cerca de 500 millones de personas hablamos español en
el mundo.
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